jueves, 31 de agosto de 2017

El huevo de la serpiente



Los PRO se molestan con los que comparan estos tiempos con la dictadura, aunque Ellos se cansaron de acusar de dictadores a gobiernos más benignos. Hay que insistir en esto: no estamos en dictadura a pesar de los gestos autoritarios de Macri y sus secuaces, de los números que se asemejan, de la persecución policial, judicial y simbólica que muchos padecen, del modelo de despojo y vaciamiento que están aplicando y de la complicidad mediática que oculta, disimula y atenúa las trapisondas. A pesar de que muchos funcionarios son apologistas, formaron parte o se beneficiaron, no estamos en dictadura. A pesar de la impronta represiva de las fuerzas de seguridad, no estamos en dictadura. A pesar de Santiago Maldonado y todo lo que rodea el caso, no estamos en dictadura. En serio, no estamos en dictadura pero el esfuerzo de los Amarillos hace inevitable la comparación.
No son pero quieren parecerse. Ellos revuelven nuestros peores recuerdos, amenazan la memoria y pisotean los símbolos. Ni los pañuelos respetan. Hasta hacen que tengamos que reformular los conceptos y volver a pensar en lo que es un desaparecido. Y nos obligan a desempolvar los cánticos de los tiempos en que, deslumbrados, salíamos de la Oscuridad. Como bloques de hielo caían las piezas de un rompecabezas horroroso. También conocimos el para qué y aborrecimos el cómo, que trataron de presentar como errores y excesos. Mucho tiempo después empezamos a descubrir que los beneficiados económicos eran también los instigadores, que todo era para poner todo a sus pies. Como ahora, por eso las comparaciones.
No estamos en dictadura pero Pablo Noceti, el actual Jefe de Gabinete del ministerio de Seguridad, fue abogado defensor de represores y su nombre sobrevuela en dos desapariciones: la de Julio López y la de Santiago Maldonado, dos testigos de horrores diferentes pero parecidos. Noceti no será dictador pero es apologista y amenazó con meter presos a todos los mapuches que insistan en recuperar las tierras usurpadas por Benetton. La democracia amarilla tiene la inefable tendencia de poner el aparato del Estado para defender los privilegios de una minoría insaciable. Quien se oponga a esta normalidad sentirá sobre su lomo los azotes de una nueva Conquista del Desierto; los que resistan la arbitrariedad del Poder padecerán el rigor de los bárbaros que se disfrazan de civilizados.
Si algún lector piensa que esto es exagerado, basta echar una ojeada a un informe que el Ministerio a cargo de Patricia Bullrich presentó a mediados del año pasado. Allí se establece que los reclamos de los pueblos originarios no son derechos garantizados por la Constitución –algo que no es cierto- sino un delito federal porque "se proponen imponer sus ideas por la fuerza con actos que incluyen la usurpación de tierras, incendios, daños y amenazas". La caprichosa interpretación de las normas es otra señal que los asemeja a una dictadura, aunque no lo son.
Los poseídos
“Los demonios no eran tan demonios”, eructó la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich entre copas sabatinas. Un lema tan pueril bastó para despertar a los adoradores de los peores demonios. Una invitación para volver a las mismas discusiones de hace treinta años. La frase de Vidal el día que se convirtió en gobernadora -“cambiamos futuro por pasado”- dejó de ser un fallido para transformarse en una norma. La repulsa de algunos padres a la iniciativa de discutir la desaparición de Santiago en las aulas evoca aquellos cortos televisivos en blanco y negro que mostraban a un estudiante que rechazaba un panfleto partidario con una sentencia contundente: “yo vengo a estudiar”. Estos padres firman notas para repudiar el adoctrinamiento que recibirán sus hijos pero ni se preocupan por las falacias informativas que alejan de todo entendimiento a las mentes que las reciben. Estos padres tan preocupados por la educación de sus hijos, exhiben su indignación si se habla de Santiago pero ni se inmutan ante la visita del ex ministro de Educación y actual candidato oficialista, Esteban Bullrich, que pasea su incoherencia por las aulas. Esto no es adoctrinamiento ni política; lo otro sí.
Individuos que prefieren aceptar absurdos antes que evaluar razones; que convierten en parámetro los peores prejuicios y deciden permanecer empantanados en el Cambio antes que reconocer el engaño del que fueron víctimas; que cierran los ojos a las evidencias y se abrazan a las fábulas que apuntalan la zona de confort dominante. Televidentes sumisos que tildan de ‘ideológico’ todo lo que contradiga a la pantalla que tanto los ilumina. Hasta son capaces de utilizar apolilladas etiquetas para enfatizar los estigmas de su dedo acusador. Hoy gritan “con mi hijo no” los que mandan fotos de niños con su dedo medio alzado para que aparezcan en el show manipulador de los domingos.
Padres que destilan bilis por los bolsos de López pero naturalizan las empresas off shore de los Gerentes de La Rosada SA; que vibraron con las excavaciones en cadena que buscaban la Ruta del Dinero K pero ignoran a conciencia los escandalosos blanqueos de la evasión M; que chillaban contra los subsidios y ahora aceptan gustosos las voluminosas facturas de los servicios públicos. Padres tan coherentes que se emocionaban con Félix Díaz y los quom y ahora aplauden las balas contra los mapuches.
Buenos vecinos que comparten fotos de hambrientos en África y esperan las colectas parroquiales pero siguen apoyando un modelo que multiplica la desigualdad; que se conmueven por un perro callejero pero llaman al 911 si ven una familia en la calle; que sumaron sus cacharros a los estancieros en sus destituyentes demandas pero destinan indiferencia a los pequeños productores, cada vez más hundidos por la hipocresía amarilla; que se burlaban de Precios Cuidados y ahora son militantes de los Precios Corajudos; que recitan de memoria las más perversas, superficiales y engañosas consignas pero rechazan los más contundentes argumentos; que exigen autocrítica sin avergonzarse de sus propias incoherencias.
Aunque sea tentador, no hay que enojarse con estos padres. En cierta forma, son víctimas de una melodía que los embelesa. Como la flauta que sonaba en Hamelin, como las sirenas que enloquecieron a Ulises. Tal vez temen rehusar el hechizo de esos sones, temen el enojo de los poderosos, temen coincidir con los que desprecian, temen reconocerse como los verdaderos adoctrinados. Quizá despierten antes de caer al río torrentoso o recién cuando se estampen contra las piedras. Entonces, necesitarán más asistencia que reproches, más fraternidad que resentimiento. Ahora que conocemos el truco y quiénes son los artífices, otra vez seremos uno para recuperar el país y resguardarlo de futuras amenazas.

1 comentario:

  1. Bueno, si puede decirse que la revolución de la porquería no es una dictadura, si rascamos un poquito podríamos llamarla una "dictablanda atendida por sus dueños", dada la eterna relación de tantos años de dictadores, ceo's, "fuerzas vivas" y el elenco estable de esperpentos judiciales, periodísticos y comedidos varios.... esquema en el que los dictadores hacían los trabajos sucios y los demás pasaban el rastrillo para cosechar económicamente los réditos resultantes.
    Y hay que estar atentos porque esta derecha de democrática no tiene una molécula y tuvieron que poner la carita esta vez, hay que entenderlos, pobres, aunque no le hagan asco al trabajo sucio, porque el marketing angelical se les complica pero, admitamos también que poniendo sus mejores "cuadros" ya no corren el riesgo de que les aparezca un dictador nacionalista (lucifer no lo permita),o un curda impredecible como galtieri, que les estropea el clima de negocios con UK, USA y siguen las siglas... ya no quieren arriesgarse a la rapiña incompleta.... mientras aprenden el abc del dictablandismo, ahí están los ejemplo del aprendiz de dictadorcito jujeño y de la genial ministra de inseguridad y devaneos etílicos como casos testigos... éso, testigos del carácter democrático de esta gran suerte que es la amarillez que supimos conseguir, ¿es así, natanson, no?.
    No son una dictadura, claro que no, pero no es así por falta de ganas, no seamos mal pensados ni los subestimemos.

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