miércoles, 14 de octubre de 2015

Apunte setecientos. Los colonizadores del segundo puesto



Cada año ocurre lo mismo con el feriado del 12 de octubre. Aunque le cambien el nombre, siempre resultará incómodo y necesitará múltiples explicaciones. Algunos le siguen diciendo el Día de la Raza porque no comprenden o porque el nuevo es demasiado largo. Por imposición cultural o por desinformación. Mantener este feriado es como celebrar un funeral masivo a la distancia. No significa esto eliminar el rojo del almanaque en esta fecha pero podría fijarse el día anterior como el último de libertad de los Pueblos Originarios. Si el 12 fue el descubrimiento, el 11 podría ser el final del cubrimiento que protegía a los habitantes de estas tierras. O dejar los dos, como un contrapeso de Semana Santa, la huella más profunda dejada por esa invasión de 1492. Un paso del paraíso al infierno que viajaba en las carabelas. Aunque el trasfondo parece de luto, muchos lo toman como una jornada festiva y, como se traslada para conformar un fin de semana largo, siempre se aprovecha para escapadas turísticas.
Y este año no fue la excepción. Aunque Massa y Macri montaron un emocionante show, más de 900 mil argentinos se movilizaron por los centros turísticos del país y, para atenuar la crisis que se viene, desembolsaron unos 1600 millones de pesos. Indiferentes a los 13 mil millones que acumulan los findes largos, los dos candidatos a presidente de la oposición tratan de captar votantes apelando a una mala imitación del dúo Pimpinela. Los mimos, halagos y piquitos que intercambiaron en el debate han quedado en el olvido. Ahora revolean provocaciones, chicanas y desafíos. En lugar de encarar una discusión política, protagonizan rencillas de alcoba. Resignados, sólo apelan a ocupar el segundo puesto para soñar con un lejano balotaje. Y desbocados en su desesperación, actúan como si fuesen conquistadores de una tierra salvaje, como si quisieran recuperar para la civilización un territorio invadido por bárbaros. Como descubridores del siglo XXI.
Por supuesto, para que tenga sentido esta contienda, los invasores bárbaros y salvajes deben ser los K. Los que hablan de unión, de la ancha avenida y de tomar lo mejor de cada idea no quieren otra cosa más que desterrar a los políticos, militantes y ciudadanos que simpatizan con el FPV. El desprecio es indisimulable. En su delirio patricio, Mauricio Macri pretende colonizar el sentir opositor y después de inaugurar la estatua de Perón y recitar una de sus más híbridas frases –la menos cumplida por el cínico Alcalde- se ofrece como víctima sacrificial en el altar del balotaje. El problema es que Massa tiene las mismas pretensiones. Ambos, en un acontecimiento histórico, han inventado el balotaje por el segundo puesto.
Contradicciones a granel
Mientras el dúo de marionetas ejecuta una danza que simula un duelo, el coro mediático interpreta el réquiem “¿Por qué no se unieron antes?”. Después de años de cuestionar el bipartidismo de nuestro sistema político, ahora que el abanico ofrece seis opciones a los votantes, quieren armar un pegote para que los contrincantes sean dos. El objetivo es el mismo: derrotar al FPV; romper con la anomalía que instaló Néstor Kirchner en 2003, esa de “no abandonar las convicciones en la puerta de la Casa Rosada”; terminar con el mal hábito que adoptó su sucesora, CFK, de desobedecer al Poder Fáctico; acabar con la grieta que provoca gobernar en beneficio de la mayoría. Los voceros del establishment anticipan los lamentos por la segura derrota: no ganará el oficialismo por los logros de estos doce años sino que perderá la oposición por no haberse fusionado en un adefesio político.
 Claro que a esta altura de la carrera presidencial, no hay ninguna posibilidad de alianzas para confeccionar un Frankenstein electoral. Menos mal, porque ya sabemos el resultado de esos engendros: si no se desarman por el camino terminan explotando a poco de asumir y no hay banda presidencial que contenga los pedazos. Si alguien duda de esto, basta observar cómo el frente conformado por Sergio Massa se está deshojando como si el otoño se hubiera anticipado. Pensar qué hubiera pasado si ese licuado indigesto se hubiera sumado a la ensalada de Cambiemos causa trastornos intestinales.
Este tipo de unión de emergencia que busca Macri sólo es comprensible frente a un enemigo externo, a una catástrofe, a una crisis destructiva. Cuando el objetivo es salvar la Patria, las pequeñas y grandes diferencias partidarias se diluyen. Pero la etapa que estamos atravesando no necesita un mesías ni el suicidio colectivo. Sin embargo, Macri cree que es el Salvador. De los no tan valientes, porque David enfrentó solo a Goliat. Pero no sólo clama a los gritos que se sumen a su cruzada, sino que es capaz de calificar el fundamento de la Democracia: el voto. ¿Dónde queda entonces su elaborada metáfora de las veredas? Lo útil supone lo inútil. De lo que no sirve, no se puede extraer nada bueno. Entonces, eso de sacar lo mejor de cada idea no es más que una hipocresía. En caso de llegar a la presidencia, el kirchnerismo será ese desecho, ese pensamiento que para el patricio empresario es descartable por inútil.
En su furor electoral, el Alcalde Amarillo olvida algunos detalles. Con dos bastan para demostrar que Macri tiene más intención de votos de la que merece. Con el voto no se juega porque es algo sagrado, la expresión del ciudadano, el fundamento de la democracia. Considerar que una porción de votos será inútil es un profundo desprecio a la voluntad popular: lo mismo que hizo la alianza que comanda con las elecciones en Tucumán. Otra cosa que olvida el unitario 2.0 es que detrás de La Presidenta y sus funcionarios hay millones a los que deberá gobernar en el ominoso caso de que ocupe La Rosada. Tanto lamento por la división y delirios de unión y omite considerar que cada insulto y denigración que destina a Cristina también llega a ellos, a esos que estaban postergados a comienzos de este siglo y ahora se sienten parte de un país. El ingeniero Macri olvida que los que emitirán el voto que califica como inútiles también son argentinos. Y los argentinos, desde hace unos años, estamos aprendiendo a no olvidar.

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