sábado, 5 de septiembre de 2015

Las atrocidades de los poderosos



Ni en campaña resulta simpático el periodista Fernando Niembro. Las sombras del pasado no permiten iluminar su futuro. Tanto hablar de corrupción y pontificar sobre la transparencia en la gestión y aparece embarrado por el más sucio accionar. Y su jefe político, el Alcalde porteño, siempre denuncia irregularidades ajenas pero se lo pasa gambeteando las propias. Consecuencias de tener el honestismo como único argumento de campaña. ¿O será que la pertenencia de clase blanquea la podredumbre de los neo-patricios? ¿O que, de tanta protección mediática y judicial, la obscenidad los desborda? La hipocresía es el vestuario favorito de la peor derecha, tanto la vernácula como la importada. Si alguien duda esto, basta echar una mirada a los líderes de Europa, conmovidos por el desbande que provoca el modelo económico que impulsan en Medio Oriente y Africa.
Conmovidos para las cámaras porque, en la intimidad están espantados. En realidad, se deben sentir tan invadidos como los ancestros de los migrantes algunos siglos atrás. Claro que los “invasores” de hoy no cruzan las fronteras para saquear riquezas y esclavizar a la población, sino para resguardar la vida. El presidente francés, François Hollande, y la mandataria alemana, Ángela Merkel, ante la muerte de miles de víctimas, manifestaron a coro que “la Unión Europea debe actuar de manera decisiva y conforme a sus valores” porque para ellos “ésta es la última esperanza”. Ellos, que apoyan toda guerra y revuelta sólo para vender su armamento, se erigen como esperanza de la Humanidad. Pero no les sale, porque juntos consideraron que aquellos que intentan mejorar sus condiciones materiales mediante vías irregulares deben ser acompañados a la frontera de manera digna". Aquí van los subtítulos, para entender lo que quieren decir: si vienen mansos como mascotas para recibir las limosnas imperiales, todo bien pero si quieren vivir como personas, la salida es por allá.
Nuestra región, que sabe lo que es padecer las injusticias, debe abrir su corazón pero a la vez reclamar al Imperio que busque otra manera de entretener a sus tropas. Y a la industria armamentista que lo gobierna que utilice su ingenio para cosas más productivas, porque ese círculo de generar guerras, vender armas y emprender la reconstrucción se está volviendo tan vicioso que ya nos está cansando. El Gran País del Norte se lo pasa buscando enemigos por todas las latitudes y todavía no comprende que están dentro de sus fronteras. Tampoco comprende que, mientras sus ciudadanos son títeres de la paranoia mediática, el resto de los humanos somos víctimas de la pulsión de un puñado de industriales mezquinos y maniáticos.    
Con ustedes, los culpables
Nadie sabe qué carrera están corriendo ni cuál será el premio, pero todos terminaremos pisoteados en esta alocada competencia de unos pocos. Como si fuera un viejo juego de mesa, el objetivo es quedarse con todo. Para eso, cada participante idea la manera de multiplicar sus ganancias con el menor esfuerzo posible, aunque eso sólo produzca destrucción. No sólo los fabricantes de armas practican este morboso juego. Los buitres financieros también forman parte de este grupo de nefastos jugadores.
En estos días, una foto se convirtió en la punta de un iceberg monstruoso. Si nos quedamos sólo con el cuerpo de Aylan en la orilla del mar que había robado su vida, veremos muchas imágenes similares. El mar no tiene la culpa de nada, en primer lugar; es tan inocente como Aylan. Y tan víctima, también, porque la desesperación humana lo convierte en un cementerio inmeso. Los voraces son los que provocan esta angustiante situación, los que hacen el estropicio y después miran para otro lado, impunes y satisfechos, planeado los siguientes pasos para multiplicar su capital.
Aunque sorprenda, algunos gobiernos consideran a estos malos bichos como ilustres ciudadanos, vitales para el desarrollo de sus países. Tontos, sumisos o cómplices. Pero ya estamos comprendiendo y de a poco comenzamos a delinear las herramientas para contenerlos. En breve, la ONU dará un primer paso para protegernos de los buitres financieros. Desde hace años, este organismo intenta mediar en los conflictos pero las principales potencias desoyen sus consejos y resoluciones. Mientras tanto, la población de muchos países parece descartable, hasta un escollo en los sueños de dominación.
Estas dramáticas imágenes que no siempre conmueven a todos los humanos tienen el mismo origen: un manojo de individuos insaciables que no encuentran freno en su afán de incrementar sus riquezas. La abismal distancia entre pobres y ricos seguirá acrecentándose si no les ponemos un límite. La vida seguirá siendo descartable si estos deleznables personajes continúan manejando el mundo. Todo el planeta seguirá estando en peligro si los industriales del Norte invierten fortunas para mejorar el armamento. Cualquier bienestar está en riesgo si la especulación es una espada para extorsionar a los pueblos.
Mientras el inerte cuerpo de Aylan se convierte en emblema y abrimos nuestros brazos para recibir a los dolientes de todas las latitudes, preparemos nuestra voz para denunciar a estos ladinos que, calzados en sus finos trajes, deciden el destino del planeta. No sólo denunciarlos sino intimarlos para que las fortunas que han amasado a fuerza de saquearnos sirvan para generar lo único que necesitamos: trabajo y dignidad en todos los rincones de esta pelota celeste que nos ha tocado como casa. Si durante siglos han pretendido ser los dueños, ahora deberán convertirse en los encargados de reparar los estragos. Y gratis, porque ya nos han cobrado con creces y con demasiada anticipación.

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