lunes, 1 de diciembre de 2014

Amos y siervos a la sombra de la cruz criolla



Que un rico llore porque no puede incrementar sus riquezas resulta indignante, pero que manifieste preocupación por la pobreza que genera con su avidez traspasa los límites de la hipocresía. Hasta puede llegar a asquear. Algo así ocurrió esta semana, aunque con escasa repercusión mediática. El salón de actos de la Universidad Católica Argentina en Puerto Madero fue el escenario del Foro de Convergencia Empresarial que, cerca de fin de año y de cara a las próximas elecciones, difundió el instructivo para los candidatos de la oposición. Sergio Massa, Mauricio Macri, Hermes Binner, Julio Cobos y Ernesto Sanz estaban en primera fila para grabar el ideario ortodoxo de siempre: falta de seguridad jurídica e inversión, necesidad de respetar las reglas de juego y la inflación. Muchos fueron los oradores y las excesivas sandeces pueden desmontarse en pocas líneas. Pero lo que más abundó en ese encuentro fue el cinismo de los grandotes y el servilismo de los que quieren representar  a todos los ciudadanos.
Nunca vamos a ver a estos políticos con representación reunirse con organizaciones sociales, salvo con descafeinadas ONGs y otras agrupaciones de seguidores no-políticos. Si recorren la barriada lo hacen para tomarse una foto con un vecino presentable. Sólo permanecen los minutos necesarios para provocar el revuelo mediático que amplificará el gesto al punto de la grandeza. Sin embargo, pueden estar horas escuchando la prédica de los más importantes empresarios, memorizando sus quejas para convertirlas en planes de gobierno. Y si toman la palabra es para pronunciar un tímido “sí, señor, sí”, adornado con las más empalagosas propuestas de campaña para engañar a una parte de los votantes.
Pero esta vez no hablaron: escribieron en sus cuadernos las órdenes que bajaban del escenario. Líneas harto conocidas, demasiado padecidas en otros tiempos para que vuelvan a seducirnos. Pero los candidatos opositores están dispuestos a presentar una remake de la peor película de terror que hemos vivido, transformada en un colorido romance con el capital -doncella ultrajada por los salvajes K- como protagonista y ellos, los valientes espadachines que defienden sus intereses en beneficio de la República. Muchas veces, en estos Apuntes se ha presentado la escala de estos políticos en relación con el establishment. No está de más reiterarla: Macri es parte, Massa será un mayordomo y Binner, Cobos y Sanz serán los felpudos donde sus exponentes limpiarán las botas después de la cacería. Y el Foro de los avarientos es un dato más que confirma esto.
Los patrones hablan de “seguridad jurídica e inversión”, que significa, ni más ni menos que la libertad absoluta para explotar trabajadores, no pagar impuestos y esconder el botín en alguna cueva paradisíaca. Ellos reclaman inversiones mientras guardan millones en esos cofres piratas. Ellos, que evaden, estafan y especulan reclaman la necesidad de “respetar las reglas del juego”. Ellos, que financian sus privilegios a costa de nuestras billeteras y acomodan los precios al capricho de sus lujos, se quejan por la inflación. ¿De qué juego están hablando? ¿El de su angurria o el de la Democracia? Porque el primero ya lo jugaron y hemos terminado con el barro hasta el cuello. Y el segundo es el que quiere jugar la mayoría pero ellos se resisten y tratan de pisotear el manual de instrucciones.
Un paseo crítico por el cinismo patricio
Su estrategia discursiva siempre es más o menos la misma: ellos quieren conducir el país hasta la Gloria, pero el Estado no se los permite; se presentan como si fueran extraterrestres que vienen a salvar al planeta de una plaga destructiva, pero nunca dicen que han fundido nuestra economía en varias oportunidades ni que los destructores son ellos. Por si alguno todavía no los reconoce, no estamos hablando del dueño de una modesta cadena de autoservicios ni de una pujante tienda local, sino de los que siempre están conspirando para provocar una crisis que nos ponga a todos de rodillas; de ésos que, a pesar de multiplicar sus fortunas con cada estornudo se lo pasan lagrimeando como si estuvieran en la última de sus miserias.
Algunos ejemplos bastarán para reconocerlos. El presidente del Banco Santander, Enrique Cristofani reconoció la necesidad de que los empresarios impulsen acciones de responsabilidad social, lo que induce a pensar que hasta ahora, no la han tenido en absoluto. Y destacó que “es central incrementar el trabajo para el desarrollo de políticas públicas para la inclusión”, precisamente el sector bancario, que ha orquestado en muchos momentos de la historia el vaciamiento de nuestras riquezas. También, dejó una perlita con forma de confesión: “es bueno tener un poco de autocrítica y reconocer que en los últimos años nos faltó la coordinación con el sector público”. Más que falta de coordinación, podría decirse que boicotearon todo intento de fortalecer el desarrollo de la economía vernácula.
El presidente de la Sociedad Rural Argentina, Luis Etchevehere, fue, como siempre, el más alarmista. Dueño de un discurso cacerolero, destacó que “hay inflación, recesión y pobreza, al mismo tiempo que no hay movilidad social ascendente ni inversiones”. La misma fotografía que muestra cada vez que tiene un micrófono adelante, la que sólo se puede apreciar en los dramáticos titulares de los diarios agoreros. Inflación que provocan muchos de los que lo estaban escuchando, recesión y falta de inversión ocasionadas por los que acumulan sin soltar una gota, movilidad ascendente que ellos impiden con la evasión. Si todavía hay pobreza en nuestro país es por el nocivo accionar que ellos llevan como bandera. ¿No parece una burla que estos individuos aborden estos temas?
Pero hay más de Etchevehere y quizá sea lo peor de su intervención. “La clave es trabajar pensando en los próximos 100 años de nuestro país. La idea es construir la Argentina del trabajo, el esfuerzo y el sacrificio”. Que él hable de trabajo cuando está denunciado por esclavizar en sus tierras suena a provocación. Pero que incluya la palabra ‘sacrificio’ es por demás sugestivo. ¿Qué será el sacrificio para este buen señor y sobre quién piensa convertirlo en realidad? ¿O se olvida que muchos argentinos han pasado penurias a comienzos de este siglo? ¿Y si por unos años se sacrifican ellos, que jamás han pasado por una situación así?
Un sacrificio que no sería más que dejar de hacer lo que han hecho hasta ahora: pensar sólo en sí mismos. Más que recitar recetas, deberían mirar un poco el resultado de su accionar. Más que simular preocupación, deberían comprometerse en serio con el futuro. Nadie les pide que pierdan dinero sino que contengan un poco su avidez. Aunque suena tentador que padezcan un poco de pobreza en serio para que sepan cómo es, no se está pensando en nada por el estilo.
Ahora, un final destinado a los candidatos de la oposición que estaban tomando nota: nada de lo que escucharon en ese foro servirá para construir un país equitativo, sino todo lo contrario. Que se abstengan de transformar el egoísta ideario de una minoría en plataforma electoral -aunque eso les mejore el rating y la aceptación mediática- porque eso los aleja de la voluntad del pueblo. Después, que no se quejen si no los vota nadie.

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