miércoles, 2 de julio de 2014

Con los buitres, la negociación es un suicidio



En estos días, además de los buitres, sobrevuela una palabra que porta un halo de magia extrema: negociar. El juez Thomas Griesa, Paul Singer, exponentes de la oposición, adversarios, partidarios y aliados… Todos la pronuncian con tal liviandad que parece la solución de todos nuestros problemas. O al menos, el que nos ocasionan quienes no adhirieron al canje y especulan con sacar una tajada mayor de nuestra riqueza. Como todo vocablo, ‘negociar’ tiene distintas acepciones y, de acuerdo al que la pronuncie, un sentido diferente. En este caso, además, posee un condimento crucial, que puede convertir el asunto en uno de los mejores manjares o en el peor de los venenos.
Para algunos –ya sabemos quiénes- negociar es acatar, obedecer y hasta recitar loas con genuflexión incluida. Estos son los que sostienen la idea de que el juez Griesa tiene razón y hay que abonar todo lo que los holdouts exigen, sin atender tonterías relacionadas con soberanía, futuro, justicia. Y, más grave aún, sin pensar en consecuencias. Ya se ha dicho: un centavo de más que le demos a los buitres y nuestra controlada –aunque no diminuta- deuda se convertiría en una carga que nos hundiría por mucho tiempo, sino para siempre. Porque el que reclama constituye apenas un 1,6 por ciento de las acreencias y hay un 6 por ciento que está afilando los picos, a la espera de la resolución de este trámite. Además, se debe agregar al 92,4 por ciento de los bonistas que, de buena fe, aceptaron el canje 2005-2010 y que, ante la perspectiva de embolsar algo más, podría sumarse a los litigantes, con justo derecho.
Para otros, hay que aguantar hasta diciembre, cuando se vence la ya famosa cláusula Rufo, que establece que cualquier mejora voluntaria sobre ofertas futuras debe aplicarse a todos los bonistas. Entonces, a más tardar el 2 de enero podríamos sentarnos con los especuladores para ofrecer ganancias más ventajosas, mientras los que nos apoyaron en los momentos difíciles con quitas y plazos mirarán esta victoria carroñera por TV. Esto también sería traicionar a la mayoría que aceptó el canje propuesto por Néstor Kirchner. Si traición parece fuerte, podemos usar ingratitud. No, si queremos salir indemnes de este laberinto ninguna de las precedentes deben ser nuestras opciones.
El golazo que significó depositar los fondos destinados a los bonistas el jueves pasado es un indicio del camino que debemos seguir: desconcertarlos. Porque así quedaron, tan desorientados ante esta gambeta que no saben para dónde correr. Encima, los bonistas europeos están a la espera de la liberación de los fondos, retenidos por el Bank of New York Mellon, aunque la sugerencia de Griesa de no pagar resulta incumplible. Griesa se excedió en su jurisdicción y el BANY, la entidad pagadora, corre el riesgo de sumergirse en un conflicto mucho mayor por obedecer ese exceso.
El camino alternativo
Los apoyos recibidos a la posición argentina no dejan dudas de dónde está la razón. Los buitres –holdouts, en su versión científica- están cada vez más solos y repudiados y quienes los apoyan deben recibir un trato similar. Quienes aconsejan la negociación no saben lo que están proponiendo, o tal vez sí: un nuevo abismo no sólo para nuestro país sino para todos los que necesiten solucionar sus deudas. Entonces, ¿cuál es la salida? ¿Obedecer la orden del juez Griesa, por más que esté guiado por un capricho irracional y destructivo? ¿Conformar a los buitres, por más que eso signifique nuestra ruina? ¿Qué es más importante, responder, temerosos, a los despiadados graznidos o respetar nuestras leyes y consolidar nuestra soberanía?
Argentina ya gestionó una exitosa negociación en 2005 y, junto con la apertura de 2010, consiguió la adhesión de más del 90 por ciento de los acreedores. Si eso no es voluntad negociadora, habría que pensar en otras palabras. Los que hoy claman por la negociación, están sugiriendo que renunciemos a ser un país para volver a ser colonia. Lo único que debemos ofrecerles a estos buitres es lo mismo que hemos ofrecido a los demás y lo que establecen nuestras leyes: el canje. Y en esto no debe haber fisuras. O cobran de esa manera o que renuncien para siempre a esas ilegítimas acreencias.
Sin embargo, hay algunos timoratos que balbucean sus temores ante la desobediencia al fallo de los Jueces Imperiales. Tanto Griesa como Paul Singer son personas, no dioses ni ángeles celestiales, tan mortales, tan consustanciados con su visión ideológica, tan expuestos a errores y pasiones como cualquier ciudadano. ¿Qué más nos pueden hacer además que amenazarnos con embargos, declaraciones destempladas o subestimaciones humillantes? ¿Nos van a mandar marines o una flota de extraterrestres entrenados en el área 51?
Para salir de este embrollo hay que ponerse firme. A ellos no les debemos nada. Al contrario, ellos nos deben mucho más. Además de los dolores de cabeza que pueden ocasionarnos sus estrategias malsanas, en la cuenta deberíamos agregar lo que gastamos en viajes, papeleos y representación legal. Ellos también gastan mucho para llevar adelante su pulsión angurrienta, pero siguen empecinados en pisotear cualquier dignidad con tal de salir triunfantes. Porque no es cuestión de plata para los tipos como ellos sino la satisfacción de tener al mundo bajo sus inmundas garras. Para nosotros, en cambio, sí porque una derrota en esta puja seguramente multiplicará nuestras obligaciones y nos encadenará para siempre al dominio de estas bestias.
Bestias que tienen como aliados locales a operadores financieros, periodistas, políticos y jueces que, desde sus diferentes espacios, tratan de horadar la legitimidad del Gobierno Nacional. En el último episodio, el juez Lijo consideró oportuno procesar a Amado Boudou, entre muchos otros, por la causa Ciccone. Una manera poco sutil de debilitar a CFK y su equipo en este difícil trance internacional. Y los voceros mediáticos vociferando que todo se hizo mal, que hay que arrodillarse y obedecer. O, en su difuso vocabulario, negociar. Y los políticos de la oposición exigen renuncias, licencias, pasos al costado y esgrimen el juicio político desde una posición de purismo republicano, sin sospechar siquiera que la causa es más mediática que real. Algunos a conciencia y otros por mero contagio, pero todos mordisquean para tumbar de una vez al kirchnerismo, porque no encuentran otra manera para erradicarlo.
Negociar, dialogar, consensuar sólo se da entre iguales. Cuando hay desequilibrio es otra cosa. Los buitres tienen el poder pero nosotros portamos la luz de la razón. No hay acuerdo posible: sólo la victoria de una de las partes. Y esta vez, nos corresponde a nosotros, porque ya perdimos bastante. Y que se enojen, que pataleen, que amenacen. Como diría Maradona, que la sigan picoteando. Si compraron los bonos a 48 millones para exigirnos 1500, no debemos avalar este latrocinio porque, además de víctimas, nos convertiremos en cómplices de nuestra propia aniquilación.

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