miércoles, 5 de junio de 2013

Un toro descontrolado



Metáforas opositoras con forma de elogio
Que el senador Carlos Reutemann vuelva a ser el mimado de los micrófonos es un insulto al intelecto. O a la vida en general. Pero las naderías que destila se convierten en titular con mucha facilidad. También confirman que el estrellato político del que gozó en otros tiempos ha sido más que inadecuado. Y pensar que algunos lo soñaron presidente. Los argentinos debemos agradecer que sus tenebrosas alucinaciones visuales nos hayan salvado de semejante experiencia. En estos días, la metáfora del toro que destinó a La Presidenta no deja dudas sobre su manera de pensar las relaciones de poder. Sin intenciones, por supuesto, argumentó como nadie la necesidad de profundizar este camino para construir el país con el que muchos soñamos. Tanto los exponentes de la oposición como las figuras mediáticas de otoñal prestigio disparan denuncias y bosquejan comparaciones que, más que de preocupación por el futuro, parecen producto de la más desesperada irresponsabilidad. En este año electoral, como en todos, lo crucial es contraponer ideas, formular críticas, confrontar recorridos. Sin embargo, desde el flanco del anti-kirchnerismo sólo arrojan antojadizos presagios y desconcertantes analogías. En lugar de aprontarse para la contienda, parece que se estuvieran mentalizando para arrojar la toalla.
Desde que en febrero de este año el Gobierno Nacional estableció un acuerdo de precios con los supermercadistas, los que pretenden recuperar las riendas no tienen paz. Claro, la inflación es una de las principales críticas que esgrimen pero, para eliminarla, pretenden la aplicación de las recetas neoliberales que tanto daño causan en otros países: recortes del gasto público, precarización laboral y mucha pero mucha libertad para el mercado especulador financiero. Buscar soluciones por fuera de esos preceptos significa una declaración de guerra. Por eso recurren a esta broma de mal gusto, las insostenibles comparaciones con el régimen nazi. Por eso publican fotos de góndolas vacías para despertar el miedo del desabastecimiento. Por eso los movileros hurgan en los estantes de kioscos, mini-mercados y almacenes, para construir una imagen de descontrol y fracaso. Que la campaña “Mirar para cuidar” termine con éxito el control de los precios sería una derrota más de los vapuleados carroñeros.
Cuando Moreno comenzó a dar los primeros pasos, miraron con sorna y siguieron alimentando la imagen monstruosa que de él construyen, casi al borde de una caricatura elogiosa. Sin embargo, estas primeras medidas permitieron vislumbrar el origen del abuso en los precios, que se produce en la inasible cadena de comercialización. También, quedaron en evidencia los desmesurados descuentos que efectúan los bancos a los comerciantes por cada venta realizada con las tarjetas de crédito. La respuesta fue la creación de la tarjeta Supercard, que se presentará en sociedad el 20 de junio, en el contexto de un acto por un nuevo aniversario de la muerte de Belgrano. Ahora está en marcha otro capítulo de la lucha contra las avivadas en los precios. “Mirar para cuidar” involucra a militantes políticos, sociales, religiosos que, junto a inspectores con autoridad, recorrerán los grandes supermercados para controlar que no haya incrementos en los 500 productos que entran en el listado acordado. Como puede dar buenos resultados y convertirse en un hábito de gestión que se extienda en el tiempo, desde las usinas de estiércol surge la comparación con las juventudes hitlerianas.
No fue el editorial de La Nación quien dio el puntapié inicial para tan descabellada analogía. Desde que los jóvenes comenzaron a visibilizarse en el espacio K, los voceros del establishment compiten para ver quién la utiliza de manera más contundente. Un Marcos Aguinis en connivencia con Mariano Grondona se esboza en las sombras de la memoria. Los representantes populares con inserción en las masas despiertan la tentación de evocar al nazismo. Como los gobiernos populistas se convierten en pesadillas para las minorías, en afán de desacreditarlos, apelan a esas siniestras imágenes para provocar el rechazo. Sin que importe demasiado la veracidad histórica. La sola mención debe provocar escalofríos en los prejuiciosos. Por eso, el titular del Banco Ciudad y exponente del PRO, Federico Sturzenegger abusó del recurso y traspasó el ridículo. Para el Banquero Amarillo, los muchachos de La Cámpora son la reencarnación de las juventudes hitlerianas. En cuanta ocasión se le presentó, insistió en que enviar a los jóvenes a controlar los precios ha sido “una política usada por los regímenes totalitarios”. Además de confirmar la desesperación en la que se encuentran los adoradores del pasado, las exageradas críticas que ha recibido este programa invitan a augurar un nuevo éxito.
Un éxito más que convida a seguir conquistándolos. El ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, anunció el final de la concesión del Tren de la Costa y de dos ramales cargueros por serios incumplimientos en los contratos. La Década Ganada es consecuencia del nuevo sentido que toma el Estado como garantía de crecimiento y redistribución del bienestar. Si en los noventa el Estado debía asegurar los negocios del sector privado, en la segunda década de este siglo todo debe estar en función del desarrollo y la inclusión. Y eso es lo que más molesta a los nostálgicos de la rapiña.
Los que acrecentaron sus arcas a costa del despojo de la mayoría nunca han visto con buenos ojos a un gobernante dispuesto a gobernar y no a ser gobernado. Todavía se resisten, pero en vano porque casi todos descubrimos el juego. Muchos sabemos que todo lo que dicen está dirigido a resguardar sus privilegios, tímidamente amenazados, y no a ampliar derechos y menos aún, a compartir las ganancias. La recaudación impositiva tiene como objetivo convertir en realidad la inclusión de los sectores más vulnerables, los desplazados por obra de La Libertad que tanto reclaman. La Presidenta anunció esta semana que los ingresos tributarios alcanzaron una marca histórica en mayo. Sin embargo, “en materia de derechos de exportación, sobre todo para algunos que hablan todo el tiempo, no tuvimos ningún record porque sabemos lo que están haciendo, ya nos dimos cuenta”, advirtió CFK. Los cerealeros especulan para obtener mayores ganancias, en los mejores casos, o buscan desfinanciar al Estado para provocar un enfriamiento de la economía.
A pesar de estas maniobras destructivas, Cristina explicó que “la capacidad recaudatoria se vio incrementada en la última década no porque aumentamos los impuestos, se vio por la virtuosidad del modelo, por los puestos de trabajo que se generaron, por las nuevas empresas que se crearon, por los nuevos comercios que se abrieron”. Y esto permite que el salario mínimo, la asignación familiar y las jubilaciones se ubiquen por encima de las que se perciben en Brasil, Uruguay y Chile, aunque los agoreros insistan en que somos lo peor en todo.
¿Qué es lo que les molesta a los exponentes del establishment? Todo esto perturba sus noches, que cada vez estemos un poco mejor y que el futuro sea auspicioso. Y sin atender a las ideas coloniales que nos condujeron a la destrucción. Otra crítica de ocasión es la que recitó Reutemann. Convencido de disparar un dardo letal, el ex corredor de Fórmula 1 aseguró que La Presidenta “tiene idea muy fija de muchas cosas y no acepta ningún tipo de diálogo". Como se afirmó muchas veces en estos Apuntes, el diálogo se da entre pares. Cuando hay disparidad en las relaciones de poder, no hay diálogo sino orden. En realidad, es lo que quiere el Poder Fáctico, retornar a la obediencia que tanto los ha beneficiado en otros tiempos. La metáfora que elaboró Reutemann para cuestionar a CFK, se convierte en elogio. Ella es “como el toro que embiste contra el torero. Baja la cabeza y embiste de frente contra todo". Si, contra todo lo que se oponga a la construcción de este sueño. Y en ese caso, todos podemos ser toros.

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