Quien intente negar las
transformaciones que se han producido en nuestro país durante estos diez años
deberá apelar a la malversación informativa. En realidad, es lo que hacen algunos todos los días desde sus espacios
mediáticos. Y, por supuesto, nunca faltan los repetidores urbanos que
potencian esos mensajes con el tono
cacerolero que bien supieron conseguir. Cosa de todos los días, como un
comentario dicho al pasar. Enumerar una parte de esos lemas que se emiten sin pensar en
el escenario cotidiano ocuparía más espacio que el destinado al presente apunte.
Pero la desbocada carrera del verde blue, las embestidas de Moreno a los supermercadistas, la violencia
hitleriana de las huestes de La
Cámpora, el marxismo patológico de
Axel Kicillof y el autoritarismo omnipresente del Gobierno Nacional, que impide pensar distinto pueden, sin lugar a dudas, ubicarse en los primeros puestos del
ranking. Después, cuando uno trata de indagar en los argumentos que
justifican esos dichos, se enojan, denuncian ser víctimas de la intolerancia,
apelan a la libertad de expresión –que nadie pone en riesgo- o acusan de comprado al indagador. Un simple ¿por…? los saca de quicio. De locos. El
modelo K ha puesto patas arriba el país, podrán decir. Aunque, con sinceridad, durante
estos diez años lo hemos puesto de pie, con las patas en el suelo, como corresponde y la cabeza bien en alto, como pocas veces
en la historia.
Por eso hay tanto revuelo,
porque algunos nos quieren nuevamente con la cabeza en la tierra, sometidos a sus angurrias y sólo al
servicio de sus más mezquinos intereses. Y esto no es paranoia. Si lo
demuestran a diario con las exigencias que tratan de imponer al Gobierno: una retirada del Estado para desplegar su
accionar predatorio. Mientras el poder fáctico irradia su ideario avariciento
desde esa altura que todavía conservan, los
serviles del medio mordisquean lo que tengan a mano. Los bloqueos a
supermercados concretados por el gremio de los camioneros buscan el fracaso de
una medida muy eficaz como el congelamiento de precios, que engloba mucho más
que eso. Las demandas de los productores agropecuarios para ganar más de lo que ganan y la amenaza de un cese de
comercialización tienen la intención de desfinanciar al Estado. Todo esto y
mucho más deja en evidencia lo que se conoce como cambio de paradigma: cuando asumió Néstor Kirchner una década
atrás, las calles estaban pobladas de
multitudes que clamaban por trabajo y comida; hoy, los manifestantes –no
los mismos, en muchos casos- claman por dólares, eliminación del impuesto a las
ganancias y otras demandas propias de
los que más tienen.
A pesar de los intentos de
provocar desabastecimiento en la cadena de comercialización, los
supermercadistas comprendieron que con precios bajos todos los días recaudan
más que con las ofertas semanales. Y,
además, se ahorran las descomunales tarifas de publicidad en los grandes medios.
El congelamiento de precios acordado con la Secretaría de Comercio no sólo
llevó alivio a los consumidores, sino
que reveló los vicios de una conducta fuertemente arraigada por parte de los
comerciantes. Ahora no sólo seguirá el congelamiento por otros 60 días,
sino que se agregará la tarjeta Supercard, que tiene como objetivo reducir las comisiones cobradas por los
bancos y los elevados gastos de financiación de los usuarios. Un dedo que se introduce en uno de los
sectores que ha hecho más daño en la economía doméstica. Si todo sale bien,
tanto los comercios como sus clientes, optarán por esta nueva tarjeta y dejarán
de usar las convencionales, hasta que
las entidades emisoras comprendan que para competir tienen que renunciar a un
mínima porción de sus jugosas ganancias.
Algo que no entienden los dirigentes
de la Mesa de Enlace-para-voltear-a-la-viuda, que recrudecen con sus llantos hasta cuando nada amenaza su
cuantioso botín. El presidente de la Sociedad Rural Argentina, Luis
Etchevehere, fiel a sus principios, reclamó: “sáquennos las retenciones para devolver competitividad al campo”. Y
aportó más lágrimas, por supuesto: "estamos
seguros de que este año los productores van a dosificar las ventas para poder
mantener su poder adquisitivo hasta la próxima cosecha". En cambio,
Eduardo Buzzi, de Federación Agraria, abandonó
el tono suplicante de su cófrade circunstancial para esgrimir una amenaza: "si no aparecen las soluciones que estamos
reclamando hace tiempo, no quedará más alternativa que ir a una gran protesta
agropecuaria nacional". El combativo acaudalado adelantó que en los
primeros días de abril se resolverá si
el sector llevará adelante medidas de fuerza como la no comercialización de granos
y hacienda.
Pero el fundamento de tantos
gruñidos lo brindó Etchevehere en algunas entrevistas radiales. “En vez de pedir que vendamos la cosecha –explicó
el estanciero-, el Gobierno debería
explicar qué hizo con los 60 mil millones de dólares en retenciones que aportó
el campo”. Esa fortuna estaría mejor en manos de estos acumuladores seriales que en las del Gobierno, que lo malgasta en obras públicas y
redistribución del ingreso. Porque las
Autoridades Nacionales dan cuenta todos los días de las inversiones que realizan
para garantizar el crecimiento y la dignidad de los ciudadanos. En cambio,
ellos jamás dicen en qué invierten los cuantiosos subsidios y ayudas que
reciben cuando el clima no es benévolo. Y lo que declaró el diputado pampeano y
productor agropecuario Ulises Forte deja en evidencia los intereses que
representa: “nadie tiene obligación de
vender y el productor que pudo quedarse con algunas miles de toneladas es para
afrontar el precio de la siguiente campaña”. Quienes más lloran son los que más tienen.
Porque los que menos tienen
notan una sustancial mejoría en su situación cotidiana, aunque todavía falta
mucho. Precisamente son estas actitudes
sectarias y egoístas las que obstaculizan el camino hacia el país inclusivo con
el que la mayoría soñamos. Sin embargo, la distribución del ingreso
registró el año pasado un nuevo avance que la coloca en los mejores niveles
desde 2003. El índice de Gini –que mide la desigualdad- quedó en el cuarto
trimestre de 2012 en 0,364 puntos, una
cifra que mejora la alcanzada en 2011 de 0,391. De acuerdo a los estándares
internacionales, el índice de Gini en un país desarrollado debe estar cercano a
0,25, mientras que de 0,55 en adelante la situación debe ser considerada de alta asimetría. Todavía estamos lejos de
los niveles deseables, pero bajar ese índice insume mucho esfuerzo de
transformación. Y mucho más cuando las
hienas angurrientas están desesperadas en busca de sus presas. Además, la
diferencia entre el 10% de las familias con mayores ingresos y el 10% con los
ingresos más bajos alcanzó su menor
diferencia en los últimos 20 años, hasta las 12,6 veces, un nivel cuatro
puntos por debajo del registro de 2011.
“Hemos
mejorado la muy buena performance que teníamos en octubre de 1974 y significa
una mejor distribución del ingreso -explicó La Presidenta la
semana pasada- y que fue en realidad una de las causas del golpe de 1976”. Recordar lo que nos pasó significa también
indagar en los porqués. Y en eso estamos, descubriendo
los intereses que movieron los hilos para desplegar sobre el país la más atroz
de las dictaduras. Intereses que, sin dudas, intentan sacudir la escena
para retomar el mando, para inundarnos de desigualdad y de ser posible,
llevarnos a la ruina. Cada vez están más
expuestos y sólo provocan risa. Por eso lloran, mientras los demás celebramos
lo conseguido. Y seguimos yendo por más.
Mira,leyéndote quisiera a veces poder discutir y argumentar a esos elementos que como cotorras(pido perdón a las cotorras) te sueltan esas consignas quejosas sin fuste ni muste...ayer casi me dá un "lerele" cuando al argumentarle a alguien una de esas frasecitas ,me respondió esto:
ResponderBorrarSi, pero lo que pasa es que no se nota pero estamos muy mal,aunque no se nota....pero estamos muy mal.
Siempre un adelantado Gustavo. Sos de la escuela de un Verbitky. Quisiera que pases por Doc9 para mejorar la idea del "contragobierno" que está desde hace años en nuestro país instalado.
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