lunes, 14 de enero de 2013

Un buen momento para un paso trascendente



Como todos sabemos, Mauricio Macri tiene la firme intención de alcanzar, en algún momento de su vida, la presidencia del país. Como el sueño del pibe, pero con serios riesgos de transformarse en la pesadilla de todos. Porque, aunque parezca mentira, la gestión en la CABA es El Modelo que muestra para tentar a los ciudadanos argentinos. Encima, para posicionarse en la escena pública, habla. Quien le haya aconsejado adoptar el tono infanto-pedagógico que exhibe en sus apariciones ante los medios debe disfrutar mucho de semejante broma. Como si estuviera dando una charlita ante los nenes de la salita de cuatro. La amarilla, por supuesto. Y cuenta de los peligros de chavización en Argentina, de la conveniencia de salir del lugar de deudores, de bajar el nivel de agresión, de bienvenir a mansalva pero, a la vez, de la inmigración descontrolada y otras historias que deben producir el deleite de la inocente Antonia. Pero detrás de esos castos cuentitos, se esconden historias de terror, de angurria, de sometimiento que vale la pena tener en cuenta. Además, el destructor de Freddy Mercuri tiene el mal hábito de desconocer méritos ajenos y exacerbar los propios, que son casi inexistentes. Un siniestro personaje que amenaza con el retorno a un país del que todavía no hemos terminado de salir. El neoliberal, el entreguista, el desindustrializado, el individualista ya casi no está, pero puede regresar de la mano de algunos apologistas de esos nefastos momentos de nuestra historia.
La recuperación de la Fragata y la recepción que ha tenido auspicia una importante transformación en muchas conciencias, sobre todo, si no se pierden de vista los motivos que condujeron a esa penosa situación. La oposición política trató de construir un escenario cacerolero apenas se conoció la noticia del embargo, lo que significa, ni más ni menos, que echar culpas a La Presidenta y sus secuaces. Como siempre, sin contexto, historia ni compromiso. El cacharrero es un Individuo Todo Terreno cuya esencia es estar en contra y nada más. En una ecuación de buenos y malos, estos últimos tenían La Rosada como guarida. Y los pobres buitres resultaron, en ese relato amañado, las víctimas inocentes del Odio K. Poco a poco vamos desentrañando la psiquis cacerolera en todas sus expresiones: políticas, mediáticas y callejeras.
Poner el pecho a los especuladores y el insultante embargo en Ghana resultó beneficioso para despertar un espíritu patriótico, aletargado durante los años de sometimiento al Poder Económico. Desde la asunción de Néstor Kirchner, el concepto de ‘Patria’ comenzó a ser una construcción colectiva a partir de la recuperación de la autoestima, pisoteada por un discurso hegemónico que nos calificaba como el peor de la clase. Todavía siguen intentando imponer consignas por el estilo, pero cada vez con menos éxito. Quizá con el Fragata Affaire hubo una mayor comprensión de lo que significa estar atados a la angurria de esos destructores carroñeros, que están algo más solos, expuestos y despreciados. La complicidad del juez Thomas Griesa, expresada en su infame e insostenible fallo, sólo fue aplaudida desde las tribunas caceroleras locales. Una historia dramática cuyo final se conocerá a finales de febrero, cuando el Tribunal de Apelaciones de Nueva York dé a conocer su veredicto, que, seguramente, será favorable a la posición argentina. Más aún cuando se concrete la propuesta de reabrir la negociación con ese siete por ciento empecinado en hacer daño. Claro que para eso, el Congreso debe permitir la reapertura de la Ley Cerrojo y entonces se verá qué postura toman los diputados de la oposición.
En estos años de estilo K, uno de los ejes fundamentales ha sido la conquista de la autonomía para manejar los asuntos económicos. Una diferencia notable con períodos anteriores, cuando los técnicos de afuera indicaban los pasos a seguir para ser merecedores de una nueva sangría con forma de ayuda. Como lo que ocurre en algunos países de Europa, donde los pueblos deben pagar con sus angustias los descalabros de algunos. Porque la deuda no es más que eso: una estafa fenomenal que sólo beneficia a unos pocos con la complicidad de los gobiernos. Si analizamos nuestra deuda, gran parte es producto de mecanismos de enriquecimiento monstruoso de los exponentes del Poder Económico. Una combinación entre bicicleta financiera, fuga de capitales y protección del Estado, en manos, en aquel entonces, de los genocidas uniformados.
La cosa funcionaba más o menos así: un empresario o un grupo económico pedía un crédito en dólares en una financiera; ese dinero se convertía en pesos y se depositaba en un plazo fijo, a tasas que superaban la devaluación de la moneda; una vez finalizada la operación, se reconvertía a dólares y se almacenaba en un paraíso fiscal; y si al momento de saldar la deuda el dólar cotizaba más alto, el Estado pagaba la diferencia. Más de la mitad de la deuda que estamos pagando se generó con ese latrocinio que benefició a unas 70 empresas, que obtuvieron con esta operatoria unos 23000 millones de dólares entre 1979 y 1983. Empresas que siguen funcionando –y facturando- pertenecientes a encumbradas familias que, sin vergüenza ni agradecimiento, se siguen creyendo las dueñas absolutas del país. Cristina señaló en esta semana a uno de esos beneficiarios, como una manera de acallar los cacareos endeudadores del Jefe de Gobierno porteño. “Si tu papá era empresario y se hicieron cargo de su deuda, por lo menos hay que guardar respetuoso silencio", manifestó la Mandataria por cadena nacional. Sevel, de Franco Macri en esos tiempos, adeudaba unos 124 millones de dólares a fines de 1983. Y muchas más: Acindar, Pérez Companc, Fortabat, Techint, IBM, Ford, Fiat cuyos dueños están acostumbrados a crecer a fuerza de comprometer las arcas públicas.
Por eso aman endeudarse, a diferencia de los ciudadanos de a pie, más aún cuando tienen la garantía de que, llegado el caso, será un gobierno cómplice el que endose sus rojos al conjunto del pueblo. En los cinco años de gobierno macrista, el endeudamiento de la CABA creció en un 227 por ciento, en muchos casos para nada. Total, el Estado, es decir, todos, en algún momento pagará, como reclamó el Líder Amarillo en estos días. Los economistas que rodean a estos personajes son endeudadores seriales de alta peligrosidad. La vida toma otro color cuando se recibe un crédito multimillonario, que enriquecerá a cualquiera menos a los que, finalmente, deberán pagarlo. La deuda, como se puede comprobar con una recorrida por las sucesivas crisis padecidas desde un poco antes de la Dictadura hasta 2003, es un atentado a la soberanía. El rol de deudor somete a los Estados a aceptar cualquier cosa, como ocurrió muchas veces.
Cuando los economistas del establishment hablan de inversiones y seguridad jurídica también apelan a otro mecanismo de sometimiento. Los noventa nos legaron, entre otras muchas cosas que estamos superando, los TBI y el Ciadi. Los Tratados Bilaterales de Inversión permitieron el ingreso al país de multinacionales que sólo buscaban ganancias extraordinarias sin riesgo, sin leyes, sin compromiso. El Ciadi -Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones- es un organismo dependiente del Banco Mundial encargado, no de arbitrar la relación entre empresas y Estado, sino de proteger a los saqueadores de los controles estatales. Argentina tiene más de cincuenta de estos tratados, firmados por Menem y De la Rúa y más de la mitad de ellos puede generar serios conflictos. Todo parece indicar que este año será el de la ruptura con esos tratados que oficializan de manera vil el colonialismo. Anular los TBI y salir del Ciadi se convertirá en la mejor manera de construir un país soberano, aunque los carroñeros locales denuncien nuestro aislamiento del mundo.
Mientras los agoreros sueñan con un fracaso, mientras los políticos de la oposición siguen protegiendo al Poder Económico, mientras los medios con hegemonía en decadencia construyen escenarios apocalípticos, los ciudadanos celebran la llegada de la Fragata porque comprenden muy bien su significado. No del barco en sí, sino de la situación que lo colocó en la escena. Como nunca, adquirimos un entendimiento mayor de las cosas que nos hicieron daño y todavía nos amenazan. No todos, por supuesto. Todavía quedan esos individuos que, atentos a los titulares que no informan, siguen alimentando sus prejuicios, empecinados en gambetear toda felicidad colectiva.

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