miércoles, 10 de diciembre de 2014

Los que quedarán en el camino



Que Macri haya prometido terminar con “el curro de los DDHH” lo aleja cada vez más de la presidencia. Si el editor del diario La Nación eligió esa frase como título de su entrevista no es porque le haya querido dar una mano, precisamente. O quizá la estrategia apunta a consolidar el reducido número de sus posibles electores. En realidad, no hay manera de convertir la mirada de minoría del PRO en una propuesta para mayorías. Y esto es un elemento más que lo confirma, para que nadie se confunda. Lo del Alcalde de la CABA no es sinceridad, sino cinismo. O resignación. Por suerte, el futuro del país no estará en sus manos, salvo que algún maleficio trastoque la mente de los argentinos. Porque si alguien como él se instala en la Rosada el país se convertirá en el coto de caza de las fieras más angurrientas. Justo ahora que estamos comenzando a comprender muchas cosas, sería una pena retroceder a nuestras peores pesadillas.
En aquellos tiempos, la crítica de algún exponente del establishment hacia un funcionario se transformaba al instante en una sentencia al ostracismo. Del funcionario, por supuesto. Hoy, en cambio, ni fu ni fa. Las erráticas y contradictorias declaraciones del titular de la UIA, Héctor Méndez, respecto a Axel Kicillof y su capacidad para comandar la economía parece una parodia de aquellos años. Afirmar que “todavía le queda grande el cargo” es casi como pedir su destitución. ¿Grande para qué? ¿Para satisfacer las apetencias de los que han ganado como nunca? ¿Para resolver los problemas en que nos metieron “los expertos” con el blindaje y el megacanje, para no ir mucho más allá? ¿O para demostrar que la inflación es más producto de la avaricia empresarial que de una falla de la macro-economía?
Pero hay algo más que sugiere el anhelo del dirigente industrial por volver a los descafeinados noventa. Méndez reconoció que Kicillof “es una persona preparada, está demostrando que podía ser ministro” pero “muchas veces la ideología domina el intelecto”. Como si fuera un profesor, está considerando su aprobación para el cargo, potestad que le corresponde a La Presidenta y no a él. Pero lo más grave es que considera la ideología como un elemento contaminante del intelecto. Y ya sabemos que, para los que se creen dueños del país, la ideología es todo lo que no piensan ellos. Ideología es para los integrantes del Círculo Rojo lo que pone en cuestión su posición dominante.
Para finalizar, Méndez apeló al lugar común: cuestionar al funcionario y sus colaboradores por su “juventud”. No hace falta profundizar demasiado en esta atrocidad conceptual. Sólo una excusa que aparece cuando no se sabe qué decir; un improperio más de los que no tienen argumentos; un pueril recurso de los que no tienen recursos para recuperar el poder que han perdido.
De nuevo, el futuro
En estos meses hemos escuchado hasta el cansancio distintas maneras de nombrar la situación económica en la que nos encontramos: crisis, recesión, agotamiento. Y a estos diagnósticos siguen amenazas con forma de advertencia sobre la pérdida de empleos, suspensiones y demás delicias de los que no soportan nuestra modesta felicidad. Sin embargo, algunos datos muestran otra realidad. La inflación que carcome los salarios ha permitido gozar del mini turismo en los fines de semana largos. Las ventas no dejan de exhibir nuevos records en el consumo de los más diversos productos. Y si algunos cambian el auto por la bicicleta es más por voluntad ecológica que por recorte presupuestario.
A pesar de todo esto, los empresarios se quejan, se lamentan, predicen catástrofes. Y claman por la competitividad, concepto que en otros tiempos provocaba cierta preocupación en los ciudadanos de a pie, aunque no sabían muy bien qué se quería decir con eso. Pero hoy no nos asustan con esas palabrejas porque comprendimos que cuando incluyen la competitividad como problema es porque quieren ganar más que antes, aunque invirtiendo lo mismo. Y para lograr eso, hay que ajustar los otros tópicos, como el salario o, en el mejor de los casos, la carga impositiva. Y si no se logra esto, mendigan subsidios. Por supuesto, nunca se les va a ocurrir mejorar la competitividad reduciendo un poco sus cuantiosas ganancias. De allí que los precios siempre vayan hacia arriba, pase lo que pase. Si aumenta el dólar, los precios suben y si baja la cotización, también. Jamás seremos testigos de la reducción de las cifras alucinantes con que adornan las góndolas porque la angurria que domina el accionar de los grandes empresarios lo impide.
A pesar de conservar casi intacto el poder de presión, especulación y evasión todavía tenemos que someternos a ciertas dosis periódicas de desconsolados llantos. “Quédense tranquilos que nuestras empresas están vendiendo bien y están teniendo buenos resultados netos”, ironizó CFK ante los empresarios reunidos en la UIA la semana pasada. El balance de las 70 empresas que cotizan en la bolsa porteña muestra que en promedio obtuvieron una rentabilidad 60 por ciento superior a la del año pasado. Entre enero y septiembre del año pasado, estas compañías generaron ganancias por más de 24 mil millones de pesos y en el mismo período de este año, más de 39 mil. Las industrias dedicadas a la producción de alimentos obtuvieron una rentabilidad de más del 200 por ciento, pero una de ellas superó todas las expectativas: Molinos Río de la Plata ostenta una renta que supera el 5800 por ciento. Y todo esto a costa de nuestros bolsillos.
La inflación blue está haciendo estragos en nuestras vidas y hay que ponerle freno. El programa Precios Cuidados ha logrado visibilizar en parte el problema, pero no alcanza para sanear una conducta viciada. Las multas impuestas a los supermercados que no cumplen con lo que acordaron parece que no es suficiente. Tanto que piden condenas ejemplares para un carterista y a estos ladrones a gran escala se los trata con tanta deferencia. Ya descubrimos su vileza: estafan, mienten, roban, evaden y fugan. ¿Debemos seguir tratándolos con respeto? ¿Merecen seguir gozando de sus fortunas mal habidas? ¿Merecemos vivir amenazados por el estado de ánimo de los que no aceptan límites?
En el octavo año de mandato de La Presidenta, la economía doméstica necesita medidas que encaucen a los que más tienen en la vida democrática. Fortalecer el Estado para dominar a estas bestias que abusan de sus privilegios. El país del futuro exige que la ética y la solidaridad dominen cada una de sus esferas: desde la política hasta la economía. Corrupción es el acto ilícito de un funcionario, pero también evadir, extorsionar, especular y fugar por parte de los empresarios con posición dominante. Y cobrar de más en un producto, también. De una vez por todas, los ciudadanos debemos tomar las riendas. Esas riendas están en el Congreso y es ahí donde se deben pergeñar estas transformaciones esenciales: una verdadera reforma impositiva para que paguen más los que más tienen y una ley que cumpla con el mandato constitucional de reparto de las ganancias empresariales con los trabajadores. En este año tan crucial debemos decidir quién gobierna: el pueblo a través de sus representantes o las corporaciones con su pandilla de sicarios.

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