viernes, 29 de noviembre de 2013

¿Qué ven cuando la ven?


Difícil dilucidar qué ven los votantes en la diputada Elisa Carrió. Más difícil aún es comprender qué esperan de ella. Algunos consideran que es valiente porque dice la verdad. Otros afirman que es honesta. Mientras tanto, los medios le siguen dando cabida y los políticos de la oposición, muchas veces, bailan a su ritmo. Nada de lo que denuncia tiene fundamento y ninguna propuesta surge de sus intervenciones. Carrió es como una cacerola gigante cuyo único fin es meter mucho ruido. Errática, divertida, molesta, manipuladora, pintoresca, inevitable, mentirosa. Todo esto y mucho más puede apuntarse sobre ella. Destituyente, también. Destructiva, individualista, despiadada, irrespetuosa. Pero lo que más abunda en ella es el desprecio y el resentimiento. Quizá sea esto lo que más valoran sus seguidores, ese sentimiento irracional de rechazo hacia lo que no se esfuerzan en comprender. No importa lo que diga, siempre y cuando contenga dicterios hacia el kirchnerismo y cualquier cosa que se le parezca. Todo lo que venga de ella será aceptado sin dudar por esos sujetos que se le parecen bastante. Porque al desprecio, se le suma la desconfianza permanente y la sospecha hacia todo. Una mirada no-política que amenaza seriamente la vida institucional de nuestro país.
El Instituto Hannah Arendt dirigido –es un decir- por ella fue el escenario del último de sus exabruptos, quizá el más llamativo, por desencajado. Los cincuenta asistentes a su charla deben haber quedado satisfechos después de escuchar tantos improperios inaceptables. En líneas generales, los dichos de Carrió rebajan el nivel de toda discusión y confunde a cualquiera que los escucha. No sólo por inverosímiles o incoherentes, sino porque no se puede entender que alguien así tenga semejante notoriedad. Por más que se haya transformado en una parodia de sí misma, hay que comenzar a tomarla con más seriedad. La mirada psiquiátrica de otrora la ha transformado en inimputable y por eso se ha tornado peligrosa. Menos mal que se sinceró: “cuando estoy cansada digo muchas pavadas", aclaró después de noventa minutos de vomitar agravios hacia todas las latitudes.
Como siempre, inundó su disertación con palabras como "régimen", "destrucción", "nazismo", "exterminio", "libertad", "holocausto"  e igualó los discursos de CFK con los del dictador Galtieri en tiempos de la Guerra de Malvinas. También manifestó el alivio de librarse, después de las elecciones de 2011, “de una enorme responsabilidad de años, de tener que conducir a estos imbéciles opositores”.  No todos merecen tal calificativo, aunque son más de lo conveniente. Después, profundizó la idea: “no son malos, son estúpidos”. Más allá de estas evaluaciones insultantes que no han recibido mucho repudio por parte de los aludidos, una duda sobrevuela su figura: ¿quién le dijo que es ella la que tiene que comandar a la oposición?; ¿quién le habrá hecho creer que puede dirigir a alguien? De acuerdo a sus conceptos, para no ser imbécil hay que seguirla. ¿No será al revés?
Pero lo más interesante de sus dichos no se encuentra entre lo más difundido. Quizá algunos lo consideren como un fallido o como un sincericidio extremo. Sin embargo, más parece una declaración de principios. De Sus Principios, vale aclarar. “Me aburre hablar de política, por eso no fui guerrillera”, explicó, como si estuviera pronunciando una genialidad. Para la diputada Elisa Carrió, que ocupa una banca en la que debe hablar de política para elaborar y aprobar las leyes, su trabajo es aburrido. Pero lo más grave es que el hablar de política es un paso hacia la guerrilla. Esto no lo piensa alguien que padece alteraciones mentales, sino quien se coloca en la derecha más extrema que se puede concebir. Pensar en este sentido es desterrar la democracia, que tiene la política como espíritu; es negar la República, que tiene el interés público como meta. Esta frase tan principista contiene una renuncia a su futuro: Carrió se despide porque no puede conducir imbéciles y no quiere ser guerrillera.
Estas consideraciones realizadas sobre los conceptos de la diputada no pretenden construir una demonización porque no la necesita. Quien se sienta atraído por ella sabe lo que está comprando: un personaje destructivo, casi siniestro. Y en lugar del vacío que merece, algunos insisten con escucharla y propagar su voz. Y hasta premiarla con sus votos.
Inmaduros denuncian fallidos
Una demonización tiene la mentira y la exageración como ingredientes principales y es una estrategia propia de los medios hegemónicos. También necesita periodistas manipuladores o, cuanto mucho, obedientes a lo que susurran los productores por los auriculares. Y por último, un público que consuma los editados, no para acceder a la información, sino para alimentar sus prejuicios. Con recordar algunos ejemplos, alcanza y sobra para demostrar esto. El 6 de septiembre del año pasado, en uno de sus discursos, CFK se quejaba por la paralización de algunas obras públicas por medidas cautelares o por detección de sobreprecios. Y explicó que un juez cobraba multas a los funcionarios por controlar demasiado. Entonces advirtió a sus subalternos que no debían aterrorizarse pues “solamente hay que tenerle temor a Dios, y a mí en todo caso también un poquito”. No quedan dudas de que el temor debían tenerlo los funcionarios tentados por la corrupción o por las presiones judiciales, no todos los argentinos. Pero la tergiversación estaba cantada: a Cristina hay que tenerle miedo.
Algo parecido a lo que están haciendo ahora con las declaraciones de Axel Kicillof respecto a la expropiación del 51 por ciento de las acciones de Repsol en YPF. Y lo que a nivel internacional difunden sobre Nicolás Maduro, el presidente de Venezuela. Como con el discurso de Cristina, al del Mandatario Bolivariano lo recortaron, lo descontextualizaron y lo re-significaron. El resultado: un acto fallido que lo convierte, no sólo en un corrupto confeso, sino en un torpe con honores. Por complicidad o por inoperancia, muchos periodistas llegaron a burlarse del venezolano que dicen que dijo: "los capitalistas que especulan y roban como nosotros”. Sólo un tonto puede creer que Maduro expresó algo así, al estilo del “tenemos que dejar de robar al menos dos años” del sindicalista a perpetuidad Luis Barrionuevo, a comienzos de los noventa.
Quizá le falló la entonación que confundió el sentido, pero la perversa intencionalidad del recorte se contagió en gran parte del mundo y todos opinaron a partir de una mentira. Y buena parte del público lo ha creído, porque no utiliza ningún filtro para las informaciones mediáticas, a pesar de las infinitas desmentidas, de las que seguramente no se enteran. O no les importe, porque lo único que buscan son excusas para seguir odiando, despreciando, deslegitimando. Alguna sanción deberían tener estos atentados contra la vida democrática, porque nos cuesta mucho levantarnos después de las caídas que los carroñeros provocan. Lo hemos experimentado muchas veces y no es saludable insistir con las pesadillas. Sobre todo ahora, que estamos comenzando a concretar nuestros mejores sueños.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Sobre el diálogo y sus encantadores efectos


Aunque no haya una suculenta bibliografía al respecto, la palabra ‘diálogo’ parece portar una fortaleza que la torna casi mágica. Todos la utilizan como si su sola pronunciación transformara visiblemente nuestro mundo. Hasta los más negados de la oralidad la tienen pegoteada en sus labios. Eso sí: el significado subyacente es distinto de acuerdo al actor que la usa. Para algunos es un encuentro entre iguales; para otros el espacio ideal para dictar órdenes. En estos días, el Jefe de Gabinete Jorge Capitanich convocó al gobernador de Santa Fe y al Alcalde de la CABA para, ni más ni menos, dialogar sobre algunos asuntos cruciales. Y ambos reaccionaron de manera diferente: uno en un sentido y el otro, en otro. No es para desesperarse. Ya estamos acostumbrados a ciertas posturas malintencionadas disfrazadas de incomprensión. Lo importante para algunos es reforzar la sensación de que todo se hace mal, aunque la realidad demuestre todo lo contrario. Y de este lado, el compromiso de contrarrestar tanto desánimo malsano recibe como retribución una lastimosa mirada de condescendencia. Tarea difícil destronar el sentido común hegemónico. Pero vale la pena, a pesar de esas miradas.
Una de las primeras frases de Capitanich pareció iluminar algunos rostros, aunque la aclaración trajo algunas decepciones. “Con la oposición vamos a tener todo el diálogo que sea necesario”, aseguró el ex gobernador chaqueño, pero “el debate público que quiera dar la oposición lo vamos a dar en el Congreso, como corresponde”. Imprescindible realizar alguna que otra precisión: el diálogo aceptable necesita tener buenas intenciones e información no manipulada para llevarlo adelante. Algunos exponentes de la oposición han dado muestras de ser más vulnerables que el público, al engancharse en las operaciones des-informativas más absurdas. También, con la sola finalidad de desgastar al Gobierno Nacional y apuntarse algunos porotos en la embestida deslegitimadora. Aunque pueda sonar un poco sectario, debe convocarse al diálogo sólo a aquellos que merecen ser convocados. ¿Qué se puede hablar con Carrió, Bullrich o Pinedo, que demuestran no tener idea de lo que dicen? Pronto, el santafesino Miguel del Sel se sumará a este escueto listado, que sólo busca citar algunos ejemplos y no agotar el universo de los individuos que aportarían casi nada en cualquier conversación.
En esta ocasión, los principales convidados han sido Antonio Bonfatti y Mauricio Macri, aunque han tenido reacciones diferentes. El gobernador de Santa Fe aceptó gustoso el convite, aunque con el tono cauto que lo caracteriza. El Alcalde porteño, portador de una impostura que le queda grande, aceptó pero con los tacones de punta. Con el desprecio que lo desborda cuando se refiere a todo lo K, agregó que "Capitanich debe recordar que con todos los Jefes de Gabinete que tuvo el kirchnerismo arrancamos igual". Con sólo ojear las crónicas de esos encuentros, se podrá advertir que la pretensión del Líder Amarillo era casi que gobernaran por él, que pusieran parches en sus desaciertos, que arreglaran sus abandonos. En definitiva, que el Estado Nacional componga lo que la Intendencia rompa. Y como si asistiera a un juego de azar o a algún certamen de belleza, Macri afirmó: "vamos a ir con la ilusión, pero uno va siempre pensando que esta es la vez que se va a dar". No pasa por ahí, Ingeniero, sino por comprender que las autoridades nacionales no están al servicio de su desidia. Lo que Macri entiende como diálogo, en realidad es dictado de órdenes. Como buen patrón, habla de consenso cuando exige obediencia. Con él nada funciona, salvo la sumisión a sus caprichos.
Esto es dialogar
Cuando el año pasado el Gobierno decidió expropiar el 51 por ciento de las acciones de Repsol en YPF, muchos creímos estar soñando. Entonces, los eternos dialoguistas defensores del republicanismo, saltaron para proteger los intereses de la empresa española que había saqueado los recursos energéticos, estafando a todos los argentinos. La expropiación ocurrió después de muchos años de advertencias  hacia una distribuidora de combustibles que creció gracias a nuestra paciencia hasta convertirse en una multinacional de peso. Desde su aparición en los noventa, Argentina fue perdiendo su soberanía energética y necesitó recurrir cada vez más a la importación. Y de reinversión, ni hablar. El abandono los pozos y la ausencia de exploración hizo decrecer la influencia de YPF en la economía doméstica, además del daño ambiental del que todavía no se ha hablado demasiado.
El Estado argentino expropió la mitad de las acciones de Repsol en la empresa nacional, aunque debería haber confiscado la totalidad sin compensación alguna. Después surgió el reclamo de la petrolera por más de diez mil millones de dólares ante el CIADI y la contradenuncia argentina por vaciamiento y algo más. Entre la expropiación y el pre acuerdo surgido de las autoridades de los dos países, está el crecimiento de YPF con su nueva conformación, cuyas ganancias permitirían adquirir una compañía similar. Y también está la exploración y explotación del yacimiento de Vaca Muerta, uno de los más importantes del mundo. Por último, también está la recuperación de la producción, un paso más hacia la soberanía energética. Después de todo esto, el acuerdo extrajudicial que deberá aprobar el Consejo de Administración de la ya no tan española Repsol apenas supera la mitad de lo que exigían.
El Estado recupera potestad ante la multinacional en poco más de un año. Del diálogo desigual que pretendía el Poder Económico se pasó a una relación de iguales entre las dos naciones y la empresa sometiéndose a las decisiones del Poder Político. Un cambio de paradigma digno de destacarse. Un nuevo paso hacia el destierro del neoliberalismo que tanto daño ha hecho en estas tierras. Una importante señal hacia una parte del mundo para comenzar a abandonarlo.
Y para terminar, una mala concepción de diálogo. Con la asunción de Carlos Casamiquela como ministro de Agricultura, los estancieros intentan una nueva arremetida. Para el vicepresidente de la FAA, Julio Curras, el diálogo sería que nos escuchen en los reclamos que tenemos, donde hablamos de un sector que aportó mucho y hoy no puede más, ya que por cada 100 pesos que producimos, un total de 87 son impuestos y gastos de comercialización”. Esto no es diálogo, porque, de entrada, exige un monólogo: quiere ser escuchado. Y después miente –o al menos, exagera- al decir que hoy no pueden más. ¿Qué no pueden más? La Asociación de Fábricas Argentinas de Tractores indicó que en los primeros nueves meses de este año superaron el nivel de ventas de todo el 2012, lo que sugiere un incremento de más del 70 por ciento. ¿Quién compra estos equipos si no son los empresarios agrícolas y para qué las compran si les va mal? A partir de la mentira, no hay diálogo posible.
La magia de ese vocablo se choca con la realidad. El diálogo no es un sacramento, sino un compromiso, el de encontrar una salida para los temas sobre los que se va a dialogar. Quien quiera sacar ventajas, llevar como brújula sus mezquinos intereses, imponer su criterio para someter el de otros no está aportando nada bueno para solucionar asunto alguno. En estos casos, el diálogo no más que una burda hipocresía. Y son hipócritas los que lo llevan como bandera.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Por una oposición responsable


En una semana poblada por el retorno de La Presidenta, la ausencia de delito en la no-causa de la ex Ciccone pasó a un plano secundario, aunque es saludable destacar su trascendencia. Esta operación que duró casi dos años, sembrando desconfianza sobre el vice-presidente Amado Boudou, degradando su figura pública y agraviando su persona, no merece sólo una vuelta de página para elegir una nueva víctima. Periodistas, políticos y muchos caceroleros saturaron el espacio con insultos y enojos basados en prejuicios mediáticos y alentados por algunos cómplices judiciales. Nuestro país atravesó las elecciones legislativas y la enfermedad de Cristina con Boudou ejerciendo la presidencia y soportando las injurias más exasperadas. “Impresentable” es lo más liviano que dijeron de él y no puede existir la convivencia democrática con gritones tan equivocados. Mientras esperamos las disculpas correspondientes, el nuevo equipo gubernamental se prepara para realizar importantes transformaciones. Por lo que parece, lo que viene no será un maquillaje.
La investigación en contra de Boudou debe cerrarse porque no hay definición sobre cuál es el delito que se está indagando. Esta es la idea que el fiscal Javier de Luca presentó ante la Cámara de Casación, que “falta la acción penal”. Desde el principio, como muchas veces se ha señalado en estos Apuntes, no se sabía cuál era el dolo cometido por el autor de la recuperación de los fondos de pensión. Acusaciones disparadas hacia múltiples blancos, el testimonio de una mujer despechada, allanamientos e indefiniciones contribuyeron al accionar destituyente. Y los exponentes de la oposición, que siempre se llenan la boca hablando del respeto a las instituciones, pisotearon el principio de presunción de inocencia de nuestro sistema judicial. ¿Cuántos de estos personajes deberían llamarse a silencio durante un tiempo, no por censura, sino por vergüenza? Pero no conviene abrigar esperanzas al respecto.
Y no son las únicas acciones opositoras que pisotean las instituciones. Las ausencias prolongadas de algunos diputados, por ejemplo, deberían ser tomadas como abandono del puesto de trabajo, como ocurre con cualquier empleado. O al menos, evitar la postulación de un representante que decide no representar a nadie. Otro asunto un poco más complejo es la mudanza de camisetas. En estos días se conoció la novedad de que Facundo Moyano, que conquistó su banca por el FPV, ahora decide pasar a las filas del massismo. ¿De quién es la banca, del partido o del individuo? ¿No debería renunciar, para no traicionar los votos que lo coronaron como diputado? ¿Cómo sabe que sus votantes quieren que se mude a Tigre? ¿Quién es él para obligar a sus representados a congeniar con el candidato del establishment?
Otro asunto para considerar: durante un tiempo la discusión pasó por evitar que La Presidenta acceda a un tercer mandato, algo no permitido por la Constitución. Sin embargo, diputados y senadores no tienen ningún tipo de limitaciones y podemos verificar la presencia de muchos atornillados que no aportan nada y sin embargo están siempre habilitados para vivir a costa del Estado. Pensar en estas cosas convertiría la representación parlamentaria en un trabajo más cercano al Congreso que a los estudios televisivos.
Lo que vendrá
Los cambios en el gabinete no significan un barajar y dar de nuevo. Los nuevos funcionarios están comprometidos a profundizar este recorrido con tácticas distintas. Quienes menearon el rabo pensando que la ortodoxia económica podría inyectar algunas dosis de sus destructivas recetas, quedaron defraudados a los pocos minutos. Como pocas veces en nuestra historia, los funcionarios salientes se fueron por la puerta grande. Hasta el licenciado Guillermo Moreno ha sido merecedor de elogiosas despedidas, en proporción con la pueril demonización de los medios hegemónicos. Considerar que este cambio es un triunfo del Poder Fáctico destructivo es encerrarse en la pequeñez de la mirada carroñera. Un buen estratega sabe disimular una debilidad para engañar al adversario. Moreno ya cumplió con su objetivo: poner en evidencia que con ciertos tipos no hay diálogo posible. Los que le atribuyen malos modales son los que no están habituados a que pongan al descubierto su miserable angurria. De a poco, se tendrán que acostumbrar.
Mientras Hermes Binner y Sergio Massa, como adolescentes decimonónicos, deambulan por la vieja y explosiva Europa para exhibirse como presidenciables, el kirchnerismo trata de recuperar el terreno perdido. Y también, la iniciativa. Desde el lunes, el Gobierno Nacional tiene la agenda en sus manos y el nuevo Jefe de Gabinete no va a permitir que se la arrebaten. Todos los días, Capitanich expone ante la prensa los pasos que decide dar el oficialismo, pero los periodistas que hasta hace un tiempo estaban ansiosos por preguntar, ahora no saben cómo hacerlo. En el diccionario K no hay lugar para palabras como ‘ajuste’, ‘derrame’ o ‘reducción del gasto’. No están entre las opciones los preceptos ortodoxos que nos llevaron al desastre. El flamante ministro de Economía -nuevo demonio del establishment- lo ha dicho de múltiples formas: el crecimiento se produce de abajo hacia arriba y no a la inversa. Y estos diez años lo demuestran. A pesar de algunos períodos de baja performance, el promedio superior al siete por ciento debería convencer a los nostálgicos del neoliberalismo. Pero son brutos o testarudos. O las dos cosas y algo más. La pretensión de aplicar el recetario que no sólo fracasó sino que nos hundió como nunca no habla muy bien de sus apologistas.
Jorge Capitanich ha sido por demás de claro. Si la inflación es un problema, no se solucionará bajando el gasto público, ajustando a los trabajadores, reduciendo la emisión monetaria ni aplicando una brusca devaluación. Esta salmodia convencional perjudica a los muchos para beneficiar a unos pocos. La inflación forma parte de la puja redistributiva y no es un problema estructural, sino moral. Lo que viene es un control en la cadena de comercialización para descubrir quiénes se quedan con la mayor tajada. Poner un límite al porcentaje de ganancia de productores e intermediarios sería una medida razonable para evitar el saqueo que hacen sobre los salarios. Pero no bastan los acuerdos de precios que resultan difíciles de controlar. El consumidor no sólo necesita saber el número acordado sino cuánto cuesta producir determinado producto, más allá de las marcas y las variantes. Que se difunda el costo, no el precio arbitrario con que llega a las góndolas. Así sabremos de una vez por todas con qué parte de nuestros salarios se quieren apropiar.
El otro paso interesante que ha dado el nuevo equipo es el proyecto para elevar la carga impositiva sobre bienes suntuarios. El que quiera hacer ostentación de riqueza deberá pagar mucho más. Una manera de desalentar las importaciones innecesarias para cuidar nuestras divisas. “Es mucho más importante tener insumos esenciales para la cadena productiva que para comprar un auto lujoso que sólo satisface a una persona”, aclaró Capitanich. Vale insistir con esta idea: el interés público debe ser más importante que el capricho particular. El año pasado, el antojo de los que más tienen permitió la fuga de más de 700 millones de dólares. No es mucho, pero suma. También habría que pensar en una carga impositiva para quienes viajan con frecuencia al extranjero como si salieran a dar una vuelta.
 Algunos individuos pensarán que cada uno hace lo que quiere con su dinero. Sí, siempre y cuando los demás no paguemos las consecuencias de sus privilegios. Además, habría que considerar si eso que a unos pocos les sobra no nos pertenece a todos. Pero no debemos apresurarnos. Tenemos tiempo de sobra para diseñar otras transformaciones.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Transición… ¡Las pelucas!


Sin dudas, la reaparición de CFK trae mucha riqueza a la escena política vernácula, además del alivio por verla tan saludable como siempre. Cuando ya se habían agotado todas las especulaciones sobre su estado, el video del lunes alegró a muchos de sus seguidores. Y enardeció a sus denostadores, de paso. Ahora dicen que Victoria Donda está haciendo un curso de jardinería para diferenciar una planta de una persona. Pero no hay que dar crédito a estos rumores mal intencionados. Bastante con lo que hay, que no es poco. Entre las catástrofes vaticinadas por Elisa Carrió y las boberías analíticas de Federico Pinedo alcanza para divertirse un buen rato. Pero el futuro depara mucho más que los dicterios de estos personajes. O mejor dicho: esos dicterios anticipan que en estos dos años que quedan, las fuerzas opositoras deberán apelar a mucho más que frases impactantes para convertirse en alternativa de gobierno. De lo contrario, en la historia quedarán como ladradores molestos que no logran interrumpir el tránsito hacia un nuevo país.
Las próximas líneas quizá puedan ofender a algunos votantes, pero la intención no es ésa. Si uno cuestiona las declaraciones de algunos exponentes de la oposición -injustamente coronados como representantes- no es porque no soporta el disenso. La crítica siempre debe ser bienvenida, pero sólo cuando está basada en hechos concretos y razonamientos coherentes. Y sobre todo, cuando tiene intenciones constructivas. De lo contrario, sólo es griterío que confunde y produce mucho daño en la convivencia democrática. Por último, una crítica debe ser respetuosa con el tema que aborda y también con su público. La diputada ausente con énfasis, Elisa Carrió, desde hace mucho tiempo hace todo lo contrario. Sus intervenciones buscan el efecto inmediato en sus seguidores, individuos desvariados que no saben a dónde dirigir sus protestas caceroleras. Los disparates con que acostumbra inundar los espacios mediáticos que le conceden sólo pueden convencer a los que no entienden nada pero creen saberlo todo.
Además de las inconsistencias de todo tipo -desinformadas, prejuiciosas y destituyentes- sus dichos alarmistas y la gestualidad de su rostro evidencian una desconexión sorprendente. Mientras anuncia las peores calamidades, se la puede ver sonriente, calmada, casi feliz. El guiño de su ojo, parece contradecir la broma macabra que está pronunciando. “Tengo enorme preocupación por el futuro de Argentina”, explicó en una de las tantas horas semanales que ocupa en TN. "En diciembre se van a empezar a notar los problemas –puso como ejemplo- sobre todo en el conurbano bonaerense, porque los alimentos van a estar cada vez más caros". Salvo que persista la mirada unitaria del siglo XIX, el futuro de Argentina no ocurrirá sólo en el conurbano. A no ser que estemos hablando de un territorio controlado donde algunos oscuros personajes puedan organizar una revuelta espontánea, como han hecho en muchas ocasiones. Y lo que para ella es preocupante, para la mayoría es auspicioso: "cuando la Presidente dice que está profundizando el modelo, está diciendo 'vamos por todo'. Esto es un salto al vacío. Esto es preocupante, desde el lado de la sociedad". El ‘vamos por todo’ que tanto preocupa no es la reinstauración de los malones, vale aclarar. Pero la expresiva diputada sorprendió aún más: “ayer me dio mucho miedo, es como si tuviera oscurecida la mente”, deliró frente a cámara. Demasiada estupidez para tan pocas líneas.
Pero hay más. El diputado del PRO, Federico Pinedo, demuestra ante cada micrófono su pobreza intelectual y su desesperación de clase. Y confirma que el espacio conquistado es más por portación de estirpe que por mérito profesional. Sobre el nuevo Jefe de Gabinete, sólo anticipó que le “da la impresión de que Capitanich no va a ser un bufón que hace cualquier cosa”. Con esto está afirmando que los anteriores funcionarios sí fueron bufones y sí hicieron cualquier cosa. Sin fundamentos, como siempre. Con el nuevo ministro de Economía, Axel Kicillof, fue un poco más duro. “Kicillof es impredecible porque le gustan las frases grandilocuentes, las falacias y niega la realidad con palabras lindas”, explicó, como si estuviera ante un espejo.
Y ahora viene lo peor: “un marxista en el siglo XXI es como decir soy partidario de la economía de Juan Moreira”. Un revoltijo que no dice nada pero trasluce mucho. Primero, la consideración superficial del tiempo, como si sólo lo nuevo fuese válido, lo que refuerza la impronta a-histórica del Club Amarillo. Segundo, afirma esa sandez como si el liberalismo hubiese nacido ayer y no en el siglo XVIII. Sin ser un genio en matemática o historia, Adam Smith pergeñó su sistema económico casi cien años antes que Marx. Tercero, expresa un profundo desprecio hacia la cultura popular, como si actualizara el parámetro sarmientino de civilización y barbarie.
El infierno tan temido
Que la primera frase ante los militantes que poblaban los patios de la Casa Rosada haya sido “cómo los extrañé, por Dios” indica que estamos atravesando un momento insólito. Lejos, claro está, de los peligros que auguran desde los rincones carroñeros. La alegría del encuentro no necesitó globos ni música, sólo la emoción de ver a Cristina recuperada y con la energía de siempre. No puede interpretarse como una amenaza una de las ideas que destinó CFK a la multitud: “hay que seguir profundizando el modelo para que cada vez haya más argentinos incluidos y para que nunca más nadie pueda volver a arrebatarnos lo que nos corresponde por derecho a todos los argentinos”. Quizá sea una amenaza para aquéllos que están acostumbrados a la rapiña, los que acumulan cada vez más gracias a este proyecto que tanto cuestionan. Los argentinos de a pie estamos más que conformes con ese compromiso tan auspicioso.
De los nuevos funcionarios, Jorge Capitanich fue uno de los más elogiados. Aunque esto pueda despertar sospechas, en su primer contacto con la prensa también hizo referencia a la necesidad de profundizar este modelo. Y eso incluye “el crecimiento de la economía, generar oportunidades de empleo, preservar el poder adquisitivo del salario, incrementar el volumen de exportaciones, hacer más competitiva la economía, buscar más inversión privada, dar más certidumbre y previsibilidad". No habló de ajuste ni nada que se le parezca, sino todo lo contrario. Pero también deslizó una advertencia: " lo que pretenden los sectores corporativos es defender sus propios intereses y el Estado debe tener capacidad regulatoria para gobernar para todos". Por lo tanto, el compromiso es que los intereses colectivos están por encima de los particulares.
Además, resulta auspicioso que el Jefe de Gabinete a estrenar sea un hombre que ha transformado la vida de una de las provincias consideradas inviables por el neoliberalismo noventoso que algunos nostálgicos quieren reinstaurar. Alguien del interior tenderá a reforzar la mirada federal que el proyecto K trajo como novedad. Y, junto a los nuevos ministros Kicillof y Carlos Casamiquela, piensa la inflación como un incordio que no se soluciona con ajustes del gasto público ni control de la emisión monetaria. A contramano con la ortodoxia económica, los nuevos funcionarios sostienen que para controlar los precios hay que limitar la ganancia empresarial y aumentar la oferta de productos. Un cambio estructural que incluye un estudio profundo de la cadena de comercialización, la desarticulación de la posición dominante de algunos grupos productores de alimentos y la regionalización de la economía.
Quizá por eso algunos opositores están expectantes y otros, enloquecidos. Todos están desconcertados, porque Cristina volvió para gobernar y no para renunciar. Y mucho menos claudicar. El fin de ciclo tan pregonado parece más un resurgir profundamente transformador. La transición que tanto anuncian los que prometen un país normal y suplican por la alternancia será la confirmación de un camino que ha convertido nuestro futuro en la Argentina que desde siempre hemos soñado.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Cuando las plantas vienen marchando



Y un día volvió. Ni una planta ni la mujer maravilla, sino la de siempre. No tiene síndrome de hibris, de moria ni de pick. No volvió en partes sino entera, tan entera como antes. Tampoco tiene medio rostro paralizado ni dificultades expresivas. Menos aún apareció abatida ni dispuesta a renunciar y anticipar las elecciones presidenciales. Un desafío recopilar todas las sandeces que se han dicho a lo largo de estos 40 días, más expresión de los peores deseos que preocupación por los destinos del país. Después de las lucubraciones que expelieron desde las pantallas, los micrófonos y las páginas de los medios carroñeros, en lugar de pedir disculpas y comprometerse a trabajar en serio en el periodismo, se muestran enfadados, como víctimas de una estafa. ¿Y cuál es la estafa?, se preguntará el buen lector. Que La Presidenta está bien. Comprometidos con el arduo trabajo de crear desánimo, esperaban una mujer enflaquecida, ojerosa, moribunda. Al menos un poco calva. Pero no, es la de siempre, quizá más jovial, más relajada y lo peor –para ellos, por supuesto- más optimista. Y encima, se dio el lujo de jugar con Simón, el can venezolano que le obsequió Adán Chávez, el hermano del Presidente Bolivariano.
Un pingüino gigante y un ramo de rosas completan la escena, más hogareña que presidencial. Y una blusa blanca, que parece anticipar el abandono de tanto negro en su vestimenta. El fin de ciclo que tanto ansían los nostálgicos de la oscuridad parece más un renacimiento y los cambios ministeriales sugieren más profundización que claudicación. La sorpresa se completó con la manera en que se difundió el video, sin aspavientos ni grandilocuencia. Un video casero tomado por una profesional, Florencia, que se difundió por las redes sociales y no por cadena nacional, como se esperaba. Pero no está hecho al descuido: hay mucho símbolo en esos minutos que ocupa la reaparición de CFK.
Tanta sorpresa causó el retorno de Cristina que dejó sin habla a muchos exponentes de la oposición. Algunos, por supuesto, farfullaron incoherencias para no perder protagonismo en los estudios que le dan legitimidad virtual. Por unos días, tal vez tengamos una tregua. Pero pronto recrudecerán en sus esfuerzos para torcer el rumbo de este insólito proyecto que nos conducirá a construir un país para todos. Por más que Guillermo Moreno no esté más en la escena política, ya encontrarán a algún personaje adecuado para demonizar. Con esta salida en el equipo local, pensarán que ganaron la pulseada, porque suponen que arribará un Secretario de Comercio más amigable para las angurrias del Poder Económico. Todos esperamos que se equivoquen.
Elisa Carrió ya ha comenzado con su venenoso empeño. Capitanich y Kicillof fueron los primeros blancos de su embestida. Sin fundamentos, por supuesto, pero con dicterios cargados de odio, envidia y mucho afán destructivo. Menos mal que los repudios por sus recurrentes comparaciones con el nazismo ahora tienen un poco más de prensa. Mauricio Macri, en cambio, fue un poco más errático y destinó sus principales dardos hacia el, desde ahora, ministro de Economía. Lo del diputado Federico Pinedo, de tan penoso, da vergüenza citarlo. El ex vicepresidente y dentro de poco diputado, Julio Cobos, manifestó su esperanza de que CFK le dé al flamante Jefe de Gabinete “el poder que necesita ese cargo para que pueda trabajar con los ministros en forma integrada y no desarticulada como ocurre hoy”. Un anhelo cargado de desinformación, como acostumbra un personaje de su altura intelectual. Y con respecto a Juan Carlos Fábrega, consideró que el Banco Central “va a recuperar su independencia y la función de estabilizar la moneda y controlar la emisión monetaria”. Si el nuevo presidente intenta hacer eso, no servirá para el cargo, algo que nunca entenderá el radical mendocino. Porque profundizar este recorrido es continuar con la idea de un Estado-escudo ante la voracidad del mercado y dinamizador de la economía en función de la equidad.
Simón, Simón, qué grande sos
Si algo hemos aprendido en estos años es que el kirchnerismo es un movimiento cargado de símbolos. Símbolos en el sentido estricto del término, con significados profundos y no cáscaras vacías. En los días previos a la reaparición de Cristina, se celebró el día de la militancia, recuperada como valor, como motor de la inclusión y no como un ascensor del acomodo. Más allá del hecho que da origen a semejante festejo, todo sirve para inyectar entusiasmo. La ajustada victoria de las elecciones legislativas necesitaba un acto de multitudes para recuperar energía. Rosario y la CABA fueron los principales escenarios, pero en muchos puntos del país los dirigentes buscaron contagiarse de los dirigidos. Y viceversa.
La Corriente Nacional de la Militancia –una expresión transversal de muchas agrupaciones de base- se prepara para emprender el camino hacia el 2015, no con el apuro de los exponentes del establishment, sino para garantizar la continuidad de esta década de transformaciones. El Secretario Legal y Técnico de la Presidencia, Carlos Zannini, aseguró que el “compromiso es no ceder a las corporaciones, pues con este rumbo tenemos futuro”. Una frase recorrió ambos encuentros: "más predicadores y menos candidatos". Y aquí debemos detenernos con la crónica. Esta simple oración dice mucho más de lo que parece, porque señala el lugar que debe seguir ocupando la política: no es un asunto para expertos sino patrimonio de todos los ciudadanos. La política pensada como construcción colectiva y no como un accidente cíclico. Esto es lo nuevo que trajo el kirchnerismo y es lo que hay que preservar y profundizar. Esto es lo que temen los nostálgicos de los noventa; por eso tratan de convencernos de que el kirchnerismo es lo viejo, porque impide la restauración de lo que es verdaderamente viejo y tanto daño ha hecho.
Que pensar desde la derecha es más fácil, nadie lo duda. El statu quo es más tentador que la aventura transformadora. Ese sentido común todavía está muy arraigado pero, a pesar de los esfuerzos por permanecer, está perdiendo terreno. Que con todo lo que han dicho, Cristina mantenga una imagen positiva del 53 por ciento significa que un nuevo pensar está creciendo. Por eso, en su primera aparición, juega con Simón, sin dejar de ser Una Presidenta.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Lenguas desbocadas en busca de un límite


Difícil comprender por qué algunos quedaron enredados en una campaña electoral que ya terminó, sobre todo los que no tienen la más mínima posibilidad de llegar a algo más que una banca en diputados. Las declaraciones de Victoria Donda sobre la salud de La Presidenta superan el desprecio a que nos tiene acostumbrados. Ya quedó dicho en un Apunte anterior: no es lo mismo la libertad de expresión que el libertinaje opinativo. Algunas lenguas necesitan un freno para estimular un poco la actividad cerebral. Que el corazón empiece a dictar ideas, ya sería demasiado. Los mediocres de la política no saben qué hacer para disimular su mediocridad y arrojan frases impactantes para seguir alimentando los prejuicios de una porción minúscula de la población. Mientras tanto, desde las amarillentas filas de la agrupación no-política que lidera la CABA tratan de echar un manto de olvido a las declaraciones de Durán Barba. Pero no lo logran, porque el ecuatoriano sigue hablando y cada vez la embarra más. Mauricio Macri es un experto en estas cuestiones y aporta lo suyo. Hasta consideró que merecen compasión los desubicados neonazis que irrumpieron en la Catedral Metropolitana para malograr la conmemoración de La Noche de los Cristales Rotos.
¿Por qué la diputada itinerante Victoria Donda vomita lo que dicta su magra conciencia? Y nadie discute su posición ideológica, por más errática que sea, ni su derecho a difundir su opinión, aunque esté basada en información falaz. Lo que uno exige desde estas líneas es un poco de respeto y responsabilidad, de acuerdo al cargo que ocupa. Ella es diputada del Congreso de la Nación y, como dictamina la Constitución, también gobierna el Estado. Nadie que ocupe un cargo dirigencial puede decir, respecto a la salud de La Presidenta, que “hay algunos que dicen que va a volver como la mujer maravilla y otros dicen que parece una planta”. Una crueldad inusitada para una persona que carga una mochila como la de la nieta recuperada que se inició en la política de la mano del kirchnerismo, al que abandonó unos meses después para transformarse en una vehemente opositora. ¿Qué le habrá hecho Cristina para inspirar tanto desprecio por su vida? Y por la vida de muchos que, debido a múltiples enfermedades, quedan en estado vegetativo durante años. Un dirigente debe establecer un parámetro, debe conducir a un mundo mejor; debe dirigir, no atropellar ni colisionar.
Un parámetro casi docente con sus dirigidos: si ella se expresa en esos términos, sus representados podrán hacerlo en peores. Si una diputada opina como una vieja conventillera, ¿de qué manera deberá hacerlo una vieja conventillera? Un poco más de nivel para una abogada que ha tomado la decisión de contribuir al armado y aprobación de las leyes es lo que se le puede exigir. Pero bueno, en su campaña de 2011 prometió portarse mal y lo está haciendo muy bien. Tanto como el ex periodista y ahora mitómano, Jorge Lanata, quien, en su columna clarinista del sábado contó que sus fuentes confiables aseguran que CFK padecería el síndrome de Pick. Según el conductor del PPT opositor -en sintonía con las primeras líneas de Wikipedia- este mal degenerativo hará que nos encontremos con una mandataria desinhibida, bromista, locuaz y con algunos momentos de irritación. Esto significa que si vemos que Cristina actúa como siempre es porque está muy enferma. Si no, también. Todo vale a la hora de aportar un granito de arena destituyente.
Por si esto fuera poco, el ex director de Página/12 denunció que el Gobierno Nacional está por hacer una especie de reality show con La Presidenta. Nada más lejos de la realidad, como se puede sospechar. La Jefatura de Gabinete de Ministros emitió un comunicado el mismo día en el que aclara que el proceso de Licitación Pública se encuadra dentro del “Régimen de Contrataciones del Estado Nacional para el seguimiento y difusión de las actividades presidenciales”. Nada de Gran Hermano, sino la obligación constitucional de hacer públicos los actos de gobierno por todos los medios posibles para contrarrestar las estrategias desinformativas de los medios hegemónicos. La táctica carroñera de siempre: muestran algo que se hace siempre como algo excepcional. Y denunciable, para no perder la costumbre.
Enredos judiciales
Aunque el Alcalde Amarillo lo considera un “tema que ya está terminado”, el escándalo desatado por las consideraciones de Jaime Durán Barba, el oscuro asesor del PRO, sobre la figura de Hitler revela un trasfondo bastante enmarañado. El ecuatoriano no es querido por todos los actores de esa fuerza no-política –aunque de marcada tendencia derechosa- salvo Macri, Rodríguez Larreta y alguno que otro más. El futuro le depara la desocupación, porque ya nadie requerirá sus servicios, salvo alguna agrupación neonazi que anhele saltar a la arena política.
Pero el futuro también le garantiza impunidad. Si la denuncia presentada por el senador Daniel Filmus sobre la campaña sucia tenía buen rumbo en la Justicia Federal, en la porteña combina mejor con el tono amarillento de la CABA. El fiscal Martín García Berro se ha mostrado más interesado en perseguir a la víctima antes que al victimario. Aunque parezca mentira, Salomón Filmus ha sido el blanco de las investigaciones, cuando en realidad, era el protagonista de las difamaciones pergeñadas por Jaime Durán Barba. Algunos recordarán la infame estratagema: a través de mensajes grabados con la apariencia de encuestas telefónicas, brindaban al encuestado información falsa sobre vínculos inexistentes entre el padre de Filmus y Sergio Shocklender.
En lugar de profundizar la línea investigativa iniciada por la jueza federal María Servini de Cubría, el Fiscal está más interesado en demostrar las mentiras para encubrir a los mentirosos. Tal vez inspirado por los abogados defensores, solicitó la anulación de los resultados del allanamiento a las oficinas de Durán Barba y Asociados, donde se encontraron elementos de prueba irrefutables del origen de las grabaciones. En cambio, García Berro solicitó información sobre la existencia de algún Salomón Filmus matriculado en el “Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo”. Y si no está, que lo inventen, le faltó exigir. No se conformó con esto. Primero, ordenó a la ANSES que remita información sobre sus aportes previsionales y requirió a Madres de Plaza de Mayo datos sobre cualquier relación con Salomón Filmus. Después, y a sugerencia de uno de los defensores, intentó demostrar que tenía militancia política y por eso solicitó a la Junta Vecinal de Los Piletones que le “informe si Salomón Filmus se encuentra vinculado con las tareas” de esa institución. Dilación pura, porque la causa prescribe en diciembre.
Una obscenidad de las peores. O muchas: una diputada irrespetuosa, un periodista mentiroso, un asesor político siniestro, todos atravesados por mucha crueldad y cinismo. Y, por si esto fuera poco, un fiscal identificado con el sospechoso. Un freno, por favor, a esas lenguas desatadas y maliciosas para elevar un poco el nivel, para que se debata con bases sólidas y no con lucubraciones que no son más que expresión de deseos. Un pequeño castigo que señale un parámetro para prestigiar la libertad de expresión. Y esto no busca la instauración de la censura, sino que es una invitación a la cordura.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Algo huele mal en este barrio


Si el ambiente está enrarecido no es sólo por el calor. Todos hablan del narcotráfico como si recién irrumpiera en la escena. Y todo se convierte en ‘narco’, por obra y gracia de la magia mediática. Hasta una disputa entre vecinos muta en una guerra entre bandas que intentan conquistar un territorio. O recuperarlo, de acuerdo al lado en que uno se ubique. Los que se escudan en las pantallas deben saber -pero callan- que un narcotraficante no es pobre y no vive en una villa, sino en un barrio lo más lujoso, cerrado y artificial posible. También deben saber que no guarda su fortuna en un cofre enterrado en una isla perdida del Pacífico, sino que la blanquean con la complicidad de empresarios, bancos y demás exponentes del poder económico. Y que la clandestinidad en la que viven no es más que la protección que le brindan las fuerzas de seguridad, sobre todo las provinciales y algunos jueces bien adornados. Poco a poco, todo se pone sobre la mesa y sólo queda comenzar a actuar. Pero hay otras complicidades mucho más dolorosas.
Uno está acostumbrado a ver en películas industriales a héroes sesentones que corren, saltan, pelean sin que la artrosis los moleste. En la vida real, esto es casi imposible. Por eso llama la atención la fuga del represor Alejandro Lawless, cuyos vericuetos judiciales sugieren una clara intención de otorgar impunidad. Quizá esto pueda parecer un prejuicio, pero alguien con ese apellido debería estar más controlado. Lawless, en inglés, significa ilegal y la persona que lo porta es merecedora de toda sospecha. Ya se había escapado en 2010, cuando los organismos de DDHH y los fiscales aconsejaban evitar el beneficio de la libertad durante el proceso judicial. Después de casi un año como prófugo, se entregó pero el juez subrogante le concedió la excarcelación,  a pesar de que los fiscales José Nebbia y Miguel Palazzani insistieron con la revocación de ese privilegio. Otros tres jueces –José Triputti, Martín Bava y Jorge Ferro- reafirmaron la libertad del casi reo.
Posteriormente, con dos años y algo más de burocracia inadmisible, la Cámara de Casación ordenó la detención de Lawless. En el traslado hacia los Tribunales de Talcahuano, se escapó de sus tres custodios corriendo; un hombre rechoncho de 66 años se escabulló de tres policías seguramente un poco más jóvenes y en mejor estado. Cuatro jueces y tres policías son unos inútiles o están enredados en la protección de un represor que debe tener mucha influencia o información peligrosa. O todo esto junto. En una comedia de enredos, esta situación resultaría ya inverosímil, por lo pueril de la estrategia y por la manera en que se concretó la fuga. Y éste es el quinto represor que huye en pleno proceso, bajo las barbas de sus custodios. La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, consideró esto como “extraño, reiterativo y peligroso”. Y no es para menos: después de tantas décadas de lucha, duele que algunos se resistan a vivir bajo las normas democráticas. Esto sí es un pacto espurio, como acostumbra a denunciar la denunciadicta Elisa Carrió, diputada ausente con ostentación.  
Lo que no parece ser un pacto pero expele un tufillo sugestivo es  el escándalo que se desató en la Catedral Metropolitana, unos días después de las infames consideraciones del asesor -¿político?- de Macri, Jaime Durán Barba sobre la figura de Hitler. Esos 20 lefebvristas que trataron de impedir la conmemoración de la Noche de los Cristales Rotos deben ignorar que esta ceremonia se realiza desde hace 15 años. ¿Por qué ahora y no en las 14 anteriores? Pero esta irrupción incomprensible tiene un apologista. El padre francés Christian Bouchacourt, que reside en el país y es dirigente de esa fraternidad cismática, admitió conocer a los manifestantes y justificó la agresión “porque estas ceremonias nos duelen a nosotros”. “No fue un deseo de hacer una rebelión –explicó- sino de manifestar nuestro amor a la Iglesia Católica” y un desprecio hacia todos los demás, le faltó agregar. Cabe preguntarse por qué, en el transcurso de pocos días, parecen emerger expresiones antisemitas. Y en el mismo combo preguntón, ¿por qué todas estas cosas ocurren en la CABA y sus alrededores?
No es paranoia, pero se parece bastante
Posible, ¿por qué no?, si algunos personajes están tratando de agitar el ambiente desde todos los flancos. Hasta los delincuentes comunes amenazan a funcionarios con denuncias falaces ante las cámaras televisivas. Y exigen la presencia de algunos canales, sobre todo a la hora en que comienzan los noticieros nocturnos. Demasiada coincidencia. ¿Tendrán todos al mismo asesor de imagen? Uno de los personajes más siniestros de nuestro presente es Luis Barrionuevo, atornillado como representante de la CGT Azul y Blanca desde el principio de los tiempos o algo así. En estos días, brindó unas invalorables lecciones destituyentes y sin cobrar un centavo. “La preocupación de la presidenta tiene que ver fundamentalmente con su salida, sea la corta, la mediana o la larga”, dijo el sindicalista que en sus años mozos solía quemar urnas. “Son dos años, si vamos a la larga”, amenazó, aceptando a regañadientes los plazos constitucionales. Y, en sintonía con su par, Pablo Micheli, sugirió que se deberían ir todos los ministros porque son todos vagos. Por su experiencia personal, debe saber mucho del tema.
¡Qué país generoso, el nuestro, que permite que la libertad de expresión se transforme en libertinaje oral! ¡Qué desesperados estarán los dueños del Poder Fáctico para enviar a un personaje tan poco prestigioso a gruñir en pos de sus intereses! ¡Qué faltos de carroña estarán los medios hegemónicos que necesitan recurrir a entrevistados expertos en vomitar dicterios para llenar horas de programación!
Lo que queda en evidencia es que el kirchnerismo se está convirtiendo en una piedra en el zapato de los miembros del círculo rojo. Además de piedra, una especie de Ave Fénix patagónica que, ante cada tropiezo, resurge de sus cenizas para proyectar un sueño. Pero lo que más molesta del kirchnerismo no son los errores, sino los aciertos que ha tenido a lo largo de estos años. Aciertos que han dejado al desnudo los intereses más destructivos y que han desenmascarado a más de uno. En unos días más, Cristina volverá como CFK. Una mujer como muchas oficiará como Presidenta. Su primer paso será, sin dudas, evaluar lo ocurrido durante su ausencia y señalar por dónde continúa el sendero. Y después, andar, porque este país no se detiene por nostálgicos de la oscuridad, hacedores de tormentas o conspiradores de pacotilla.

Un viernes negro

  La fortuna nos dio una chance. El disparo no salió, pero podría haber salido . El feriado del viernes es un casi duelo. La ingrata sorpres...