miércoles, 27 de julio de 2011

El voto de la pereza

Muchos quedamos todavía cavilando en las elecciones del pasado domingo en Santa Fe. Este espacio batió records de visitas al último texto en el que se afirmaba que el voto a Del Sel estaba inspirado en la mala intención de elegir al peor candidato. A algunas personas de mi entorno les molestó esa afirmación. Pero sigo insistiendo: no vale hablar de ignorancia, brutalidad o estupidez en esa decisión, sino malintención. En la mala intención de patear el tablero hay voluntad. Apelar a lo otro –a la idiotez, para sintetizar- es traer a colación el voto calificado, a la necesidad de que se instale una especie de mesa de examen en la antesala del cuarto oscuro y evaluar si el votante está calificado para emitir el voto. Eso no sólo se convertiría una evaluación arbitraria sino que sería la instauración del prejuicio. Distinto es evaluar la decisión del otro con los números en la mano. Y encarar con el otro una discusión profunda, interpelar el por qué de una decisión tan suicida. La explicación más difundida de los que eligieron al MIDACHI pasa por la igualación de los individuos que actúan en política, un desprecio profundo como si estuviéramos en una situación desesperada, caótica, apocalíptica. Lo escuchado estremece. Como son todos iguales, voto por el más incapaz y el que se afirma como no-político. No hubo engaño. No hubo simulación. No hubo promesas. El candidato se mostró como el más inepto y su único “valor” era no pertenecer a la clase política, ser “un vago que viene a revolver el café con leche”. Si alguien decide poner su voto por un candidato así, que después no se queje por las críticas.
Uno está en todo su derecho a cuestionar tamaña irresponsabilidad. No nacimos de un repollo ni nos trajo una cigüeña de la luminosa París. Tuvimos una dictadura que trató de destruir toda oposición política para defender los intereses de la clase dominante. Retornamos a una democracia condicionada por los mismos intereses. Tuvimos diez años de política obediente, cínica y destructiva. Durante todos esos años nuestro imaginario se alimentó de la negación de la política, de la ideología, del conflicto. Dominó el consenso concebido como obediencia y sumisión. Diciembre de 2001 fue una explosión colectiva, tal vez justificada en la confusión de no saber quién era en realidad nuestro enemigo. A partir de ahí, se hizo obligatorio para el ciudadano tomar más en serio las cosas. Si la negación de la política, de la visión ideológica del mundo es lo que nos hizo daño, ¿por qué apelar a lo mismo?
El voto a Del Sel es malintencionado porque es producto de la pereza intelectual. Frente a dos candidatos ideológica y programáticamente definidos, Bonfatti y Rossi, lo más fácil es votar por un tercero que no nos obliga a pensar, al igual que el estilo de humor que lo coronó de éxito. Y eso es pereza, negarse a pensar, votar como quien tira mierda al pozo. Elegir es evaluar, y eso significa un trabajo muy profundo y comprometido. Tanto que se reclama el respeto por las instituciones. El voto forma parte de eso. Es nuestra práctica institucional y merece todo nuestro respeto y compromiso. Al votar de esa manera, descomprometidos, despreocupados, desinformados, estamos contribuyendo a la destrucción de las instituciones. El voto a Del Sel fue un capricho, un exabrupto que no es producto de la desesperación, sino de la superficialidad. En el apunte “Esforzarse por da asco", expuse una diferenciación entre el voto individual y el voto colectivo. Cito: “Son los ciudadanos los que emiten un voto. Son los ciudadanos los que constituyen el pueblo. Cuando un ciudadano vota, no lo hace con la despreocupación que se manifestó el domingo. El ciudadano –el que forma parte del pueblo- no vota para sí mismo, sino para el conjunto. Vota aquello que garantiza el beneficio del colectivo. El ciudadano, el pueblo, vota para todos”.
El voto que descalifica la política –el voto no-político- no es entonces el voto de un ciudadano, del que forma parte del pueblo, sino el voto de un individuo, que se escuda en el preconcepto, en el prejuicio de que “son todos iguales” para no tener que elegir. El voto no-político es el del colonizado, del que forma parte del sentido común, del que no quiere conflicto ni crispación. Pretender que se bajen los índices de pobreza, que haya hospitales públicos dignos y eficientes, que los jubilados y los trabajadores cobren lo que merecen sin tocar los intereses de los poderosos, es decir, sin generar conflictos, es de una ingenuidad absoluta. La redistribución de la renta necesariamente genera conflictos, por más que los patrones de la Rural lloriqueen. Solucionar los problemas enumerados requiere una decisión ideológica y una gestión política. Cuando se apela al “honestismo” se está colonizando al ciudadano, se lo está transformando en individuo. Para la administración de un país es necesaria la gestión política. Si todos los políticos generan desconfianza desde el purismo de la transparencia, dejemos ese tópico de lado. Que la sentencia al corrupto sea posterior y no previa. Privilegiemos otra cosa. No sus promesas, que cualquiera puede hacer, sino los recorridos para cumplirlas, el cómo llegar al paraíso que prometen. Claro, para eso hay que pensar, abandonar la pereza intelectual, informarse, comprometerse, discutir, construir. En definitiva, abandonar la colonia para construir un país. Dejar de ser individuos para constituirnos como ciudadanos. Eso es todo.

2 comentarios:

  1. El que en el 2001 decía :"Que se vayan todos"
    El que en el 2008 salió a hacer cacerolazos en la calle por la sociedad rural y colgaba cartelitos en los negocios que rezaban: "Por un país federal yo estoy con el campo".
    El que extraña a los milicos.
    El que anula el voto porque dice: "A mi me importa un huevo"
    Y, finalmente, el que votó a Del Sel como "Voto Castigo", (si es que existe tal cosa):
    "ES UN IDIOTA". Lo afirmo y lo reafirmo. Si usted, Profe, pregona al electorado a usar el intelecto a la hora de ir a votar yo le pregunto: ¿Que son los que no usan el intelecto?. Respuesta: "IDIOTAS".

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  2. Otre vez yo, Profe. Por favor, un comentario sobre las palabras de la gorda Carrió. Cito textual: "Yo estaba en Corrientes y lo que pasaba en Santa Fe (se refería al acto eleccionario y el fenómenbo Del SEl) me divertía mucho, era muy divertido". Mientras nosotros nos amargábamos ella se divertía. Comente, Profe.

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